China debe revisar su ‘crowdfunding’
China ha cogido el crowdfunding y lo ha mezclado liberalmente con el pensamiento de grupo. Los internautas del país tienen ahora la oportunidad de invertir en empresas de nueva creación que van de peluquerías de perros a máquinas portátiles para el lavado de ropa interior. En algunos casos, las empresas innovadoras prosperan. En otros, los inversores podrán ver un atajo hacia la riqueza.
El crowdfunding con mayor potencial en China es la inversión de capital riesgo –esencialmente las inversiones de business angels a través de internet–. El Banco Mundial calcula que China podría representar la mitad del crowdfunding del mundo en desarrollo en 2025. El portal de comercio electrónico JD.com tiene su propia plataforma; la filial de Alibaba, Ant Financial, está a punto de lanzar una.
Los bancos chinos no están dispuestos a financiar nuevas empresas sin activos duros y con un capital aún en pañales, por lo que no hay duda de que la multitud puede jugar un papel importante. La reglamentación es estrecha. Los inversores deben cumplir criterios como tener unos ingresos anuales de al menos 500.000 yuanes (71.648 euros). Las compañías de recaudación de fondos no pueden prometer una rentabilidad garantizada o tener más de 200 inversores.
Sin embargo, el crowdfunding en China también sufre del problema financiero generalizado y todavía sin resolver del país: identificar quién es responsable cuando las cosas fallan. Alibaba, Tencent y Google entregaron enormes múltiplos a sus primeros partidarios. ¿Pueden las máquinas de karaoke para niños o las peluquerías express alcanzar esas alturas? Probablemente no.
La tendencia más preocupante la constituyen las ofertas que no son realmente crowdfunding, pero hay productos de gestión de patrimonio en el mercado masivo que lo ocultan. Eso podría implicar un problema, y es que hay una línea muy delgada entre cortejar a la multitud y jugar con el pueblo.