Los valores de la Transición en la economía
España sufrió durante la Transición una durísima recesión. Nuestra economía tenía un retraso importante respecto de los países europeos: su producto por habitante era un 25% inferior a la media europea; la industria tenía una estructura poco competitiva con una fuerte dependencia energética y se encontraba lastrada por una tradición intervencionista impropia de un país desarrollado.
Pero la Transición fue capaz de imponer un gran acuerdo nacional en lo político con la Constitución, y en lo económico con los Pactos de La Moncloa, capaces de acometer con éxito las reformas estructurales que necesitaba nuestro país y dar estabilidad y bienestar a los españoles durante la época más larga que ha conocido nuestra historia.
El Congreso de los Diputados acaba de editar la biografía de José Luis Ruiz-Navarro Gimeno, un hombre de la Transición, época que guarda un enorme paralelismo con el presente. Se trata de un libro en el que el factor humano y personal ha sido determinante, pues no creo que se haya publicado la biografía de un parlamentario en la que el coordinador de la obra sea su propio hijo, que por añadidura es Letrado de las Cortes.
El origen del libro fueron unas cuartillas que mi padre escribió durante los últimos meses de su vida. En ellas recogía sus recuerdos políticos durante la etapa del régimen de Franco. Fueron sus años de juventud en la Asociación Católica de Propagandistas, en la que conoció a sus grandes amigos, que luego le acompañaron en muchas de sus aventuras políticas. Fue también el tiempo en que acudió al Congreso de Múnich para reivindicar un sistema democrático para su país y que le valió el destierro en la isla canaria de El Hierro.
Fueron los primeros años setenta en que participó activamente en proyectos como Tácito o Fedisa, siempre con el objetivo de cambiar el rumbo de la política española hacia los caminos de libertad que nos ofrecía Europa.
Pero, desgraciadamente, no pudo terminar su obra, mi padre falleció en noviembre de 2001. Quedaba por escribir una parte importantísima de su trayectoria política, los años de la Transición en los que jugó un papel destacado como diputado de Unión de Centro Democrático, primero, y del Partido Demócrata Popular en la Coalición Popular, después.
Así que, en un ejercicio de ventriloquia, decidí escribir en primera persona, y como si mi padre lo hubiera hecho, esa apasionante etapa de su vida que fue la Transición.
El libro tiene, además, una última parte que la escriben sus amigos. Mi agradecimiento a Fernando Álvarez de Miranda, José Federico de Carvajal, José Manuel García Margallo, Marcelino Oreja, Alfonso Osorio, Landelino Lavilla, Juan Carlos Guerra, Josep Duran i Lleida, Marcos Vizcaya y Javier Ballarin, que con sus experimentadas plumas han dado a esta obra la brillantez y la altura moral e intelectual que sin su participación no habría tenido.
Pero aquí no termina el libro. Contiene finalmente una prolongación que me llena de orgullo. La etapa de la Transición que culminó con la Constitución de 1978 no puede quedarse solo en un símbolo, en una mera evocación sentimental. Se trata de recuperar los valores de concordia, de libertad, de igualdad, de pluralismo, de consenso que constituyeron el fundamento de aquella etapa histórica.
Por eso, dos políticos jóvenes como son Pedro Sánchez y Rafael Hernando, portavoces en el Congreso de los Diputados de los grupos parlamentarios mayoritarios, participan en esta publicación con la intención declarada de tomar el relevo en la defensa de esos valores constitucionales.
Han transcurrido casi cuatro décadas desde que se produjeron aquellos acontecimientos que conformaron la Transición. La mayoría de los españoles de hoy no votaron en aquel año de 1978.
La Historia de los pueblos, como las biografías de sus prohombres, no debe ser olvidada por las jóvenes generaciones. Debemos un reconocimiento a aquellos que, como José Luis Ruiz-Navarro, contribuyeron a establecer el sistema democrático que hoy tenemos, porque constituyen un referente para todos los españoles. Tanto para los que vivimos aquellos años y que parece que lo hemos olvidado, como para la juventud que no debe dar por supuesta la libertad y la democracia de las que gozamos.
Mi padre dedicó su libro a sus nietos y “a las sucesivas generaciones con la esperanza de proporcionarles una experiencia, que no han vivido, que les pueda servir para conocer el caminar por este mundo tan complicado que es la vida política española.” Estoy seguro que Rocío, Marina, Rodrigo, Kekita, Carmen, Ana, Pedro, Javier, Tristán y Cristina tendrán siempre muy presente que su abuelo trabajó apasionadamente por esta España constitucional que nos pertenece a todos.
José Luis Ruiz-Navarro Pinar es letrado de las Cortes