_
_
_
_
Breakingviews
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Consecuencias no deseadas en Rusia

El negocio de queso está aumentando en Rusia debido a que el país, en represalia por las restricciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, prohibió la importación de una amplia franja de alimentos e importaciones agrícolas el pasado agosto. Si bien había suficientes agujeros en la prohibición para permitir que el queso suizo Emmental entre en Rusia, los productores nacionales fueron llamados a cuajar patrióticamente sus propias variaciones del parmesano italiano y el halloumi chipriota.

Un auge de queso en Rusia no es exactamente lo que la comunidad internacional estaba planeando cuando anunció las medidas diseñadas para afectar al círculo de poder íntimo de Putin. Pero es lo menos preocupante de muchos otros desarrollos inesperados. Ciertamente es menos preocupante para Londres, Washington y Berlín que, por ejemplo, la subida en la popularidad de Putin o el pivote económico de Rusia a China.

Sanciones económicas, bloqueos y similares son algunas de las herramientas menos perfectas esgrimidas por los gobiernos occidentales. Las sanciones se han sumado a una serie de problemas –principalmente la disminución en el precio del petróleo en el último año– que han conspirado para enviar a la economía rusa a una desaceleración dramática, acompañada de una elevada inflación y una severa sequía de capital.

Las sanciones se han sumado a una serie de problemas que han desacelerado la economía rusa

El primer ministro británico, David Cameron, el presidente estadounidense Barack Obama y otros que defendían las sanciones en marzo de 2014 prometieron que apuntaban a Putin y a secuaces suyos como Gennady Timchenko, fundador del operador de materias primas Gunvor y Yuri Kovalchuk, el mayor propietario de Banco Rossiya, en lugar de a todos rusos.

Aunque viajes y otras prohibiciones ciertamente han incomodado a la red de oligarcas leales a Putin, la media rusa sigue soportando la peor parte.

“Los logros en la prosperidad compartida están siendo amenazados”, advirtió el Banco Mundial la semana pasada con la predicción de que el PIB real este año se contraerá un 2,7% y rebotará solo un 0,7% en 2016.

El menor acceso al capital ha herido el alma empresarial de la economía rusa, o de cualquier otra: las pequeñas y medianas empresas. Si bien las grandes empresas estatales, como Rosneft o Gazprom también han sido excluidas de los mercados internacionales de capital, todavía tienen acceso a los balances de los bancos rusos, en particular a los dos gigantes de propiedad estatal, Sberbank y VTB.

No es el caso de los pequeños. El crédito a entidades pequeñas y medianas bajó un 9%, a 4.780 millones de rublos (unos 78 millones de euros) en mayo del mismo mes del año anterior, según cifras del Banco Central de Rusia. Los banqueros en Moscú admiten que tienen pocos incentivos para financiar a estos prestatarios, ya que son créditos con mayor riesgo.

Cuanto más dure la situación, más control ejercerá el Estado en última instancia sobre la economía. Es difícil imaginar que ese fuera el objetivo de las sanciones de Occidente.

Pese a las dificultades económicas, los índices de aprobación de Putin se han disparado, alcanzando el 86% el mes pasado. Con su extraordinaria popularidad, Putin tiene poca presión inmediata para llevar a cabo los difíciles cambios estructurales que ayudarían a la economía rusa, y que necesitaba mucho antes de la anexión de Crimea.

Una Rusia más próspera no puede construirse sin grandes inversiones en infraestructura, obras públicas, educación y tecnología para ayudar al país a liberarse de su dependencia de los precios energéticos. También hacen falta fuentes internas de capital de riesgo. Los fondos de pensiones, asaltados para ayudar a las cuentas públicas, podrían ser una buena fuente. El país en pleno envejecimiento necesita elevar la edad legal de jubilación.

El ostracismo económico también ha alentado a Rusia a pivotar hacia China. No solo aumenta el comercio entre ambas naciones, también los bancos estatales chinos están ayudando a capitalizar a las empresas rusas.

Por supuesto, se esperaba que la clase media rusa sufriera un poco. Como aseguró Obama en un discurso en Bruselas después de que se dieran a conocer las sanciones: “El pueblo ruso reconocerá que no puede lograr la seguridad, la prosperidad y el estatus que busca a través de la fuerza bruta.” Pero ese mensaje aún no ha calado. Putin parece más fuerte que nunca.

Archivado En

_
_