El disparate fiscal de los Tories
Según se acercan las elecciones de Reino Unido, los principales partidos compiten por hacer promesas dudosas. La de los Tories de no subir los impuestos es ya la más extraña.
La premisa central de los conservadores es que Reino Unido necesita conseguir que su déficit presupuestario de 90.000 millones de libras disminuya rápido. La sabiduría de esta política es discutible: pero al centrarse en la rectitud fiscal, se espera que los planes de reducción del déficit sean claros. No es así. Para financiar un conjunto concreto de objetivos –los recortes del déficit, el gasto en salud y las escuelas, y los recortes de impuestos– los conservadores apuntan a una serie de ahorros menos nítidos. Cerca de 5.000 millones de libras (unos 6.700 millones de euros) vendrán de medidas drásticas contra la evasión fiscal, y 12.000 millones de recortes, en el presupuesto de bienestar. La coalición también ha sugerido que podría haber “ahorros por eficiencia” por valor de 25.000 millones de libras entre 2017 y 2020.
La premisa central del partido conservador británico es reducir el déficit lo más rápido posible
Ahora llega la promesa de impedir que el próximo parlamento aumente los tres principales generadores de ingresos –impuesto sobre la renta, seguro nacional e impuestos sobre el valor añadido–. Si los ahorros por eficiencia no especificados del partido no se materializan –y la reducción del déficit es tan importante– los presupuestos de los departamentos nos protegidos del Gobierno podrían tener que reducirse en 30.000 millones de libras, reconoce el Instituto de Estudios Fiscales. El Gobierno querrá tanta flexibilidad en la recaudación de ingresos como sea posible.
Los planes de laboristas y demócratas también dependen de los ahorros en las exenciones fiscales y no son claros. El ataque de los laboristas sobre los “no residentes” y el progreso en el impuesto de la Ley del Sello para los extranjeros parece justo y viable, pero un impuesto mansión parece fiscalmente defectuoso. Sería mejor actualizar el impuesto que los propietarios pagan a los consejos locales, que depende de las tasaciones desde 1991. Pero estos partidos asumen un ritmo más lento de reducción del déficit, por lo que los pecados de omisión son menos agudos. Incluso más de lo habitual, el electorado británico vuela a ciegas.