Presentar, que no aprobar, el Presupuesto de 2016
El Presupuesto, ¿cómo lo quiere? ¿Con déficit, superávit o equilibrio?” Esa fue la respuesta que recibió un consejero autonómico de Hacienda cuando trasladó a los técnicos de su departamento la orden de iniciar la elaboración de las cuentas públicas para el ejercicio siguiente. La anécdota constata que el papel es fuerte y lo aguanta todo. La atención mediática se centra en la presentación del Presupuesto y la liquidación del mismo –que es lo que realmente importa– no es motivo de multitudinarias ruedas de prensa.
Ahora, todos los ojos están puestos en la decisión que adopte el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que duda entre aprobar o no los presupuestos generales para 2016 antes de que se disuelvan las Cortes por la celebración de las elecciones generales. Los plazos son muy justos. La idea de Moncloa pasa por convocar los comicios a finales de este año y ello implica que el Congreso cerraría sus puertas en torno al mes de octubre, ya que se disuelve 56 días antes del día de las elecciones.
Con esta agenda, resulta complicada la aprobación de las cuentas. El calendario normal es el siguiente: el próximo 30 de abril, el Consejo de Ministros remitirá el Programa de Estabilidad 2015-2018 a Bruselas. Antes del 30 de junio, el Ejecutivo debe presentar al Congreso el techo de gasto para el Presupuesto del Estado. El proyecto de ley se suele entregar a las cortes a finales de septiembre y la tramitación se demora hasta las últimas semanas de diciembre. Así, siguiendo el calendario normal, resulta inviable la aprobación de los Presupuestos. Incluso si Rajoy optara por agotar al máximo el mandato, fijara las elecciones en enero de 2016 y el Congreso se mantuviera activo los meses de verano, el margen para validar las cuentas también sería escaso.
Otra posibilidad que es defendida por miembros del Partido Popular pasa por acelerar todos los plazos de aprobación de las cuentas públicas para 2016 con el objetivo de que Rajoy se presente a la reelección con un presupuesto ya aprobado. Esta opción gusta a los que entienden que la mejora de la economía permite un mayor grado de discrecionalidad en las cuentas públicas. Por otra parte, si bien el Presupuesto podría ser modificado por el Gobierno que salga de las urnas, el hecho de tener las cuentas publicadas en el BOE supone lanzar un mensaje de estabilidad a los mercados que miran con reticencia el auge de formaciones como Podemos. Sin embargo, esta opción implicaría acelerar de forma excesiva todo el proceso presupuestario. Fuentes de Hacienda aseguran que están preparados para actuar en función de la decisión del presidente Mariano Rajoy.
El portavoz de Moncloa, José Luis Ayllón, defendió el pasado lunes que era prácticamente inviable aprobar el Presupuesto para 2016. Sin embargo, fuentes de la Administración señalan que los plazos presupuestarios se deben ir cumpliendo con independencia de la fecha de la convocatoria electoral. Es decir, aunque no haya tiempo para aprobar las cuentas, el Consejo de Ministros remitirá al Congreso a finales de junio el techo de gasto de 2016. Y, si en septiembre todavía permanece activo el Congreso, también se presentará el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para 2016. Este escenario parece el más plausible. Si las elecciones se convocan a finales de noviembre o principios de diciembre, las Cortes permanecerán activas para recibir los Presupuestos de 2016 elaborados por el Gobierno.
Las cuentas quedarían obviamente en un limbo a la espera de la formación del nuevo Ejecutivo que salga de unos comicios marcados por el posible fin del bipartidismo. En cualquier caso, el hecho de presentar los Presupuestos, aunque sin tiempo para aprobarlos, tiene la ventaja de poner, como desea Rajoy, a la economía en el centro del debate. Las cuentas de 2016 se realizarán, según las estimaciones actuales, en un contexto de incremento de la actividad y de reducción del paro. Además, el próximo año también entrará en vigor la segunda fase de la reforma fiscal que contempla una reducción adicional del IRPF.
En este sentido, el Presupuesto de 2016 puede convertirse en la carta de presentación del candidato Mariano Rajoy a la reelección. En cualquier caso, el margen de maniobra todavía está ajustado por la obligación de cumplir la senda de estabilidad. El Gobierno central y la Seguridad Social sumaron un déficit público del 4,5% en 2014, cifra que debe reducirse hasta el 3,5% en 2015 y el 2,5% en 2016. Ello implica una rebaja de los números rojos de 20.000 millones para los próximos dos años. Así, el margen para alegrías presupuestarias es limitado. Aunque, como bien saben los técnicos, el papel lo aguanta todo.