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Columna
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La ruptura correcta de Tsipras

¿Tiene Alexis Tsipras, el primer ministro griego, agallas para romper con la facción de extrema izquierda de su partido? El destino del país depende de la respuesta a esta pregunta.

Las perspectivas inmediatas de Grecia son inciertas. Dejará de pagar a mediados de abril a menos que sus acreedores de la zona euro le presten algo de dinero o consiga arañar efectivo de otras fuentes. El gobierno envió negociadores a Bruselas el fin de semana para discutir a fondo un paquete de medidas con el objetivo de liberar algo de crédito, tras una semana en la que los equipos técnicos sobre el terreno en Atenas lograron poco. Mientras tanto, Yanis Varoufakis, el ministro de Finanzas, reflexionó públicamente sobre la posibilidad de una “ruptura”. La conclusión fue que Atenas suspendería pagos si no era capaz de asegurar un acuerdo aceptable con sus acreedores.

Podría darse el 9 de abril, cuando Grecia tiene que devolver un tramo de dinero al Fondo Monetario Internacional. Si Atenas no pagara, los controles de capital, presumiblemente, se impondrían coincidiendo con los cuatro días de fiesta de la Pascua griega que comienzan el 10 de abril.

Tsipras podría jugar con la idea de convocar elecciones anticipadas para ganar un renovado apoyo del pueblo griego en una línea tan dura. Pero la aprobación del gobierno ya ha caído del 83% en febrero a un todavía alto 60% la semana pasada, según un sondeo para Alpha TV, una cadena de televisión griega. Su popularidad, probablemente se hundiría aún más si los cajeros automáticos se quedaran sin dinero y hubiera que racionar materias primas como la gasolina con la imposición de controles de capital.

Si Tsipras es racional, querrá evitar esta situación. El problema es que entonces tendrá que llegar un acuerdo con sus acreedores, que también será doloroso. Aquí es donde el primer ministro tendrá que enfrentarse con la facción de extrema izquierda, que representa entre 30 y 40 de sus 149 parlamentarios. Ellos lo acusarán de venderse y podrían votar en contra de las leyes necesarias para poner en práctica un acuerdo con sus acreedores.

El primer ministro griego tendría que reunir el valor para romper son sus compañeros políticos

Tsipras probablemente todavía podría aprobar legislación con la ayuda de algunos partidos de la oposición. Pero ese acuerdo no podría durar mucho tiempo. En ese escenario, el movimiento más sensato sería convocar una segunda elección. El primer ministro podría entonces reemplazar a la facción de extrema izquierda por diputados moderados. En este escenario, no habría habido una ruptura con los acreedores de Grecia o controles de capital, por lo que Tsipras estaría bien situado para ganar las elecciones con una mayoría reforzada. La pega es que el primer ministro tendría que reunir el valor para romper con sus compañeros políticos.

Mientras tanto, hay un riesgo de que el gobierno se precipite en la dirección equivocada, incluso si obtiene una solución rápida con sus acreedores en la próxima semana más o menos. Se ha comprometido a lograr un superávit fiscal del 1,5% antes de los pagos de intereses de este año, según Reuters. Pero esto parece imposible sin medidas adicionales de austeridad que aplastarán la economía.

Tal vez Tsipras piensa que será un héroe en su casa si se asegura un acuerdo con un superávit del 1,5%. Después de todo, el actual exige un superávit del 3%. Pero desde que se llegó a ese trato, las perspectivas de la economía se han deteriorado. La incertidumbre política ha destrozado la confianza y la falta de liquidez está asfixiando a los negocios.

Atenas sigue pronosticando un crecimiento del 1,4% este año. Pero tendrá suerte si logra crecer algo. Las cosas solo se calmarán si el gobierno llega a un nuevo acuerdo a largo plazo con sus acreedores, que no está previsto hasta junio.

En otras palabras, Tsipras se está abocando a sí mismo al fracaso prometiendo un superávit del 1,5%. Tiene que encontrar una forma de librarse de ese anzuelo. Pero no será fácil, ya que los acreedores podrían considerar incluso el 1,5% una concesión y podrían esperar un número más alto –cuanto más bajo sea el superávit, más dinero tendrán que aportar–.

La mejor apuesta del primer ministro sería convencerles de que es tan serio sobre las reformas estructurales que no tienen que apretar las tuercas de la austeridad un poco más. El problema es que Tsipras no lo ha logrado. Necesita un cambio de juego con una ruptura –pero con la facción de extrema izquierda, no con sus acreedores–.

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