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Columna
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El brillo de Hermès

En los últimos dos años los artículos de cuero de alta gama de Hermès encontraron compradores ansiosos en la mayoría de los mercados, a pesar de la debilidad económica mundial. En el frente doméstico, el grupo familiar se ha liberado del abrazo asfixiante del propietario de Louis Vuitton, LVMH.

Apoyándose en el sólido resultado del año pasado, Hermès tiene la confianza suficiente como para pagar un dividendo extraordinario de 530 millones de euros a sus accionistas –332 millones de los cuales terminarán en los bolsillos de la familia–. Ha confirmado las previsiones de crecimiento de los ingresos del 8% este año, después de un 11% en 2014, a tipos de cambio constantes.

Sin embargo, una mirada a los rivales y al pasado inmediato puede no ser la mejor guía para el futuro próximo. Tanto Gucci, propiedad de la francesa Kering, como Louis Vuitton han recurrido a medidas radicales para hacer frente a sus problemas.

Hermès vendió más que Gucci en 2014, por segundo año consecutivo, pero su margen operativo del 31% es comparable al de su rival del 30%. En LVMH, el margen de Louis Vuitton parece más cerca del 27%. Kering ha cambiado la dirección de Gucci y LVMH empieza a cosechar los frutos del movimiento en los bolsos de lujo.

Las acciones de Hermès han subido menos del 5% este año, frente al 18% de Kering y el 25% de LVMH. Hermès es un jugador de lujo puro, aunque las ventas de bienes comparables solo ascienden al 67% de Kering y al 44% de los ingresos totales de LVMH. Pero los inversores pueden empezar a pensar una valoración como la de Hermès solo se justifica si el grupo permanece igual. Si los competidores se ponen al día, Hermès puede parecerse cada vez más a una compañía de lujo normal –por muy buena que sea–.

En su último informe, Hermès invita a los clientes a ver 2015 con “los ojos de un caminante que disfruta de un descanso”. Es un consejo que puede que inversores estén tentados de tomarse literalmente.

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