Yellen, Dragui y los acuerdos Plaza
En 1985 se alcanzó el denominado acuerdo Plaza para intervenir en los mercados de divisas y debilitar el dólar frente al yen y el marco alemán. Los fabricantes de coches japoneses limitaron sus exportaciones a EEUU y el dólar estaba sobrevalorado. Pero era un época más sencilla. China, los BRICS y otros emergentes no tenían la relevancia económica y financiera que han adquirido. James Baker, ministro de Finanzas bajo Reagan en 1985, negoció en el hotel Plaza de Nueva York con sus homólogos japonés, alemán, francés y británico. El G7, creado por el canciller Helmut Schmidt y el presidente Giscard en los setenta, facilitaba la coordinación de las políticas económicas de las mayores potencias democráticas.
Alemania preside el G8 este semestre. El Bayerischer Hof es un hotel emblemático de lujo de Munic, dónde se celebrará la cumbre del G8 en junio. Actualmente un acuerdo equivalente al de Plaza (llamémoslo Bayerischer Hof) requeriría la participación no solamente de los ministros de finanzas de EEUU, Japón, Alemania y el Reino Unido, sino también de un representante de la eurozona (Dijsselbloem como presidente del eurogrupo) y sendos de China, Brasil, India, Australia y preferiblemente también de Canadá, Arabia Saudita, Indonesia, Turquía, México y Corea. De entre las primeras veinte economías del mundo por volumen de PIB (básicamente los miembros del G20), no incluyo a un representante de Rusia y Argentina porque su actuales líderes son impresentables y a Putín se le ha excluído del G8 por la invasión de Crimea y subversión de Ucrania oriental. Tampoco incluyo a Francia, Italia, España y los Países Bajos porque son miembros de la eurozona cuyos intereses serían defendidos por Dijsselbloem. Es de sobras conocido que las cumbres del G20, UE y otros organismos con demasiados miembros no son suficientemente ágiles. Obama se desespera cuando tiene que tratar con 28 jefes de gobierno o estado en las cumbres EEUU-UE. Dicho acuerdo contemplaría la subida lenta y gradual de los tipos de interés de EEUU a partir de septiembre. La subida debe ser pequeña porque de lo contrario se producirá una salida de capitales de países emergentes con elevados déficits por cuenta corriente o falta de crecimiento (especialmente Turquía, Brasil y México) hacia EEUU, dónde los activos denominados en dólares oferecerán un mayor rendimiento al inversor. Una subida excesiva de los tipos de interés en EEUU también frenaría el aumento de exportaciones norteamericanas.
Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, ha mostrado habilidad desde que tomó las riendas de su antecesor, Ben Bernanke. Consigue forjar un consenso entre los miembros del Federal Open Market Committe, algunos de los cuales preferirían aumentar ya los tipos para evitar presiones inflacionistas y excesiva exuberancia de la bolsa en EEUU. En la última reunión de la Fed, sus miembros acordaron eliminar la palabra ¨paciencia¨ en el comunicado describiendo la actitud del Banco Central de EEUU respecto al inevitable aumento de tipos. Pero las últimas cifras evidencian que el crecimiento en EEUU no supera el 3% y no existe presión inflacionista. A pesar de que EEUU prácticamente tiene pleno empleo (desempleo del 5,5%), el mercado laboral aún tiene oferta suficiente para absorber más crecimiento porque muchos norteamericanos quisieran un trabajo a tiempo completo (y sólo lo tienen parcial), con mayores ingresos o más alineado con sus cualificaciones. Y aún hay demasiados norteamericanos que abandonaron el mercado laboral durante la crisis y recuperación y no se atreven a volver a buscar empleo. La tasa de empleo de EEUU debe aumentar. Por todo ello, la Fed acertadamente no prevé presiones inflacionistas provocadas por un crecimiento más elevado o una falta de trabajadores. El crecimiento de la UE y la eurozona será muy moderado en 2015 y el problema de muchas potencias europeas es la deflación. Por ello, no interesa que uno de los pocos motores de la economía internacional (EEUU) que funciona casi a pleno rendimiento se desacelere. Un dólar aún más fuerte favorecería las exportaciones de la eurozona, pero al coste de ralentizar el crecimiento de EEUU. No se prevé que la Fed aumente los tipos hasta su reunión de septiembre. El BCE ya ha empezado sus comprar de deuda soberana de estados de la eurozona en el mercado secundario, acción encaminada a facilitar el crédito. Dragui mantendrá los tipos a niveles mínimos. El euro ya ha bajado hasta la paridad con el dólar, y una mayor depreciación de la moneda única es inevitable hasta que la eurozona se recupere y despeje el peligro de una salida abrupta de Grecia. Los líderes de China, cuyo crecimiento en 2014 fue el menor en 24 años, apuestan por un modelo de crecimiento con más consumo interno y menos inversión y exportaciones. Es una decisión acertada que elimina parcialmente las tensiones entre Washington y Beijing sobre la infravaloración del yuan. Si Xi Jinping quiere menos exportaciones y más consumo interno, no debería tener incoveniente en que el yuan se revalorice frente al dólar. Algo parecido sucede con Japón. El éxito de Abenomics ha sido sólo parcial. Exige no solamente el quantitative easing del Banco Central del Japón (ya aplicado) para animar la demanda, sino reformas estructurales (liberalización del sector agrícola, de las profesiones liberales, mayor participación de la mujer en el mercado laboral) que aumenten la competencia, liberalicen y incrementen la tasa de crecimiento a medio plazo de la economía nipona y reduzcan su dependencia de las exportaciones. Por lo tanto la fortaleza del dólar frente al yen tampoco es perjudicial. La Fed, el BCE, el Banco Central de Japón y otros están tomando decisiones inteligentes. Quizás sus líderes se reunen en lugares secretos. Es de sobras conocido que las élites económicas y empresariales intercambian impresiones periódicamente en reuniones privadas sin asesores -- Trilateral, Jackson Hole -- ni prensa. Mi ex jefe, el presidente del Banco Mundial, participó en una en Sitges en 2010. Eso no significa que el grupo Bildeberg o Goldman Sachs controlen el mundo, según argumentan los anti-sistema. Una mayor coordinación en política monetaria entre las principales potencias sería deseable. Pero por ahora los bancos centrales están actuando con acierto. No parece acuciante un acuerdo como el de Plaza en 1985. Pero el actual equilibrio no se mantendrá más allá de 2015. La globalización exige mejores estructuras de gobernanza – y la política monetaria no es una excepción.