"Si no tuviéramos éxito seríamos unos verdaderos idiotas"
Gomá lucha desde 2003 por alejar el centro de la oferta más generalista “Gente competente hay mucha. Que sepa trabajar en equipo, no tanta”, opina
A pocos metros de la plaza del Marqués de Salamanca, entre las calles de Ortega y Gasset y la de Padilla, se alza el edificio en el que transcurre buena parte de la vida de Javier Gomá (Bilbao, 1965). Este filósofo y ensayista dirige desde 2003 la Fundación Juan March, institución que creó el famoso financiero y empresario mallorquín diez años antes de que el propio Gomá naciera. Bien conocida en Madrid, la fundación organiza exposiciones, conciertos y ciclos de conferencias. También alberga la biblioteca de música y teatro más importante del país. “Vivimos en un espléndido aislamiento, como los ingleses. Ejecutamos nuestro presupuesto en nuestras propias instalaciones”, resume su director.
De Aquiles el de los pies ligeros a Walt Disney
Gomá podría definirse como un humanista contemporáneo. Durante el día dirige la Fundación Juan March, una de las referencias obligadas en el mapa cultural madrileño. Y en su tiempo libre es articulista y escritor de ensayos sobre filosofía, su especialidad.
Su primer libro, Imitación y experiencia (Pre-Textos, 2003), le valió el Premio Nacional de Ensayo de 2004. Esta obra forma parte de una trilogía que versa sobre la experiencia de la vida, completada por Aquiles en el gineceo (2007) y Ejemplaridad pública (2009).
Precisamente, una estatuilla de Aquiles, que le trajo un amigo a la vuelta de un viaje por Grecia, es para él el objeto más valioso de su despacho, el que salvaría de una quema si solo le dejasen rescatar uno. Ese y el ya mencionado cuadro de Juan de Sande.
El citado héroe de la mitología griega significa mucho para Javier Gomá. Su obra, Aquiles en el gineceo, tuvo mucho éxito. Tanto que incluso se ha adaptado al teatro, algo poco común tratándose de un ensayo.
¿Cómo consigue un padre de cuatro hijos pequeños sacar tiempo el fin de semana para dedicarse a escribir? Gomá responde sin mostrar falsa modestia. “Me concentro con muchísima facilidad, tengo esa virtud. He escrito libracos de filosofía abstracta, sentado en el sofá junto a mi hija mientras ella veía una película del Disney Channel”.
Gomá tomó las riendas de la institución con la idea de ser continuista en la esencia, aunque con matices. Se acabaron, por ejemplo, las grandes exposiciones internacionales. Si antes traían a Picasso, Gauguin o Rembrandt ahora se centran en dar a conocer artistas relevantes que no hayan tenido demasiado proyección en España. El último ha sido Fortunato Depero. “Tratamos de hacer muestras reflexivas. Nos hemos alejado de la oferta mayoritaria”, explica.
Además de esta especialización, esta decisión les permite no competir contra los grandes museos madrileños (Prado, Reina Sofía, Thyssen), a los que se le han ido añadiendo otros centros, como el Matadero, Caixa Forum o Mapfre, que organizan muestras de primer nivel. “Si tuviéramos una exposición con demasiado éxito nos plantearíamos que estamos haciendo algo mal. Queremos aportar cosas muy nuevas, que no se puedan ver en otros sitios”, argumenta.
No les va mal. La Fundación Juan March es hoy uno de los referentes de la oferta cultural madrileña. “Estamos en una zona privilegiada de la ciudad, tenemos dinero y todas nuestras actividades y exposiciones son gratis. Si no tuviéramos éxito seríamos unos verdaderos idiotas”, se justifica.
El edificio que hospeda la fundación, rodeado de jardines y algunas obras de arte, es un auténtico oasis insertado en pleno corazón de la capital. Los interiores están diseñados para que los visitantes se sientan como en casa. Ni taquillas, ni tornos, ni ninguna barrera que impida el acceso a las exposiciones o zonas de descanso de la estancia.
El despacho de Gomá ocupa una de las esquinas de la planta más alta del edificio. Ofrece un espacio amplísimo, en el que caben sofás, una mesa de reuniones y un desahogado escritorio. Una puerta situada junto a su mesa conduce a la sala de reuniones y biblioteca. También tiene una librería a la entrada, lo primero que se ve al entrar en la estancia. Es ahí donde guarda los libros que ha publicado hasta el momento.
El arte, cómo no, está bien presente en sus dependencias. Láminas de Gordillo, Chillida y Feito decoran algunas de las paredes. Aunque para él destaca sobre todo un cuadro de Juan de Sande, en el que se ve el auditorio de la fundación. La intensa luz que se filtra en las mañanas soleadas (como la del día de la entrevista), por los varios metros de cristalera se amortigua con una discreta cortina.
Pone barreras a la luminosidad, pero no al trato con su equipo. “Valoro muchísimo que haya buen ambiente entre la gente. Si una cosa tengo clara es que el mal rollo causa pérdidas tremendas de energía”, espeta. “Gente competente hay mucha, pero que sepa trabajar en equipo y de forma amistosa no tanta”. Estas últimas son las que tienen posibilidades de entrar en su equipo.
Entre las cuatro grandes paredes del edificio de la fundación, inaugurado en 1975 pero todavía moderno, transcurre el día a día de Gomá. Viaja de vez en cuando a los centros de Cuenca y Palma de Mallorca. Pero el resto del tiempo lo pasa en la oficina, su pequeño santuario.