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Berlín afloja para evitar una crisis política

El principio del fin de la estrategia de Merkel

La canciller alemana, Angela Merkel.
La canciller alemana, Angela Merkel.EFE

Las señales se suceden y son cada vez más inequívocas. La zona euro se aleja a pasos apresurados de la estrategia seguida durante cinco años para combatir la crisis, una estrategia dictada en gran parte por Berlín y que muchos socios han seguido solo a regañadientes. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, parece consciente de que su fórmula se ha agotado y ha empezado a cambiar el rumbo.

El giro de Merkel, como casi siempre con la canciller, es aparentemente imperceptible hasta que se consuma y se comprueba que ha sido de 180 grados. La victoria en Grecia de Syriza, un partido que gracias a su oposición a la troika ha pasado de 313.000 votos en 2009 a rozar este domingo la mayoría absoluta con más de dos millones de votos, parece la puntilla a los dictados habituales de Berlín. Merkel acepta ya o se resigna a que la zona euro siga otro tratamiento, aunque solo sea para evitar una crisis política tan peligrosa o más como la financiera.

Fuentes europeas subrayan la resignación con que Merkel ha aceptado el plan de compra de deuda aprobado el jueves pasado del BCE, a pesar de que es conocida la abierta oposición de Berlín. El silencio de Merkel, señalan esas fuentes, ha evitado un peligroso choque con Mario Draghi, presidente del BCE.

Berlín tampoco ha boicoteado el plan de inversión lanzado por el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, una gota de 300.000 millones de euros pero que aspira a romper con una política que ha sido restrictiva incluso en los países con margen presupuestario. Juncker también ha logrado sacar adelante una tímida reinterpretación del Pacto de Estabilidad que no varía los fundamentos de esa norma, pero que pretende conceder a Bruselas algo más de margen en la evaluación del déficit excesivo de los socios del euro.

El silencio de Merkel también ha resonado durante la campaña electoral en Grecia. En 2012, la ofensiva de Berlín, con amenazas de expulsión del euro incluidas, logró evitar la victoria de Syriza en Grecia y propició la formación de un gobierno de coalición entre populares y socialistas presidido por Samaras. En 2015, Alemania no ha intervenido, salvo alguna filtración inoportuna al parecer más ligada al ministerio de Finanzas que a la cancillería.

La prueba de fuego de la nueva actitud de Merkel llegará con la renegociación del rescate de Grecia y con la ampliación (o no) de los plazos para que Francia reduzca su déficit por debajo del 3% (ahora dispone hasta finales de este año).

En Bruselas, algunas fuentes dudan de la conversión de Merkel. Pero incluso si se confirma conviene no minusvalorar la capacidad de la canciller para sembrar dudas sobre el futuro de la zona euro. La semana pasada, por imposición de Berlín, el BCE tuvo que añadir una letra pequeña a su plan de compra de deuda que deja claro al inversor que Alemania quiere cuentas separadas por si se rompiera la moneda única. Los mercados han preferido ignorar esa diabólica semilla plantada por Merkel. Pero podría brotar con fuerza si vuelve la inestabilidad.

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