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Sidorme Hoteles, una cadena con mentalidad de 'start-up'

Eliminar lo superfluo es la filosofía de la casa: reduce costes y abarata precios En la empresa no hay despachos. “Con un portátil puedo trabajar donde sea”, asegura

Manuel Casamayón
Manuel G. Pascual

Sidorme Hoteles nació en 2004 con una idea de negocio muy clara: montar una cadena de establecimientos económicos (low cost) pero de alto nivel (premium). Puede parecer una contradicción, pero no lo es. “En nuestros hoteles no hay nada superfluo”, resume Jairo González (El Barco de Ávila, 1973), consejero delegado de la compañía desde hace casi dos años.

Las oficinas del equipo humano que gestiona los diez hoteles del grupo entran en esa categoría. Ni siquiera el consejero delegado tiene un despacho propio. “No lo necesito. Con un portátil puedo trabajar donde sea”, subraya. Suele instalarse en las salas de reuniones que ofrecen a los clientes (los huéspedes tienen derecho a disfrutarlas durante dos horas si las reservan previamente). Lo mismo pasa cuando tiene que verse con sus colaboradores: lo hacen incluso en las zonas comunes de sofás, si no hay mucha gente.

Un ingeniero de método

Jairo González es ingeniero de caminos. Aunque ahora se dedique a la gestión hotelera, la huella que le dejaron sus estudios salta a la vista. La mochila que siempre le acompaña, en la que lleva una tableta y algunos papeles (el ordenador no siempre: a veces se lo pide a algún empleado del hotel en el que se encuentre), porta también un objeto poco común entre los ejecutivos. Se trata de un juego de reglas en varias escalas. “Reconozco que es un poco friki, pero resulta muy útil para no perder las proporciones cuando revisamos planos de hoteles y queremos ver si en las habitaciones cabe tal o cual mueble”, explica.

Los primeros empleos de González giraron en torno a cuestiones técnicas (por ejemplo, regeneración de fibra de carbono y desarrollo de desaladoras de agua). Más tarde estudió un MBA en IESE y, poco después, se hizo consultor: asesoraba a empresas insolventes. Hasta que se le cruzó el proyecto de Sidorme.

Su poco tiempo libre lo dedica al deporte (corre o hace spinning todos los días, aunque él lo llama “mantenimiento”), a la caza y a dar paseos por la montaña. Echa de menos escalar, una afición que adquirió en Francia, donde acabó sus estudios, y para la que ahora no se encuentra en forma.

Nunca ha pasado más de cinco años en una misma compañía. “Creo que el máximo que puedes darle a una empresa sucede en los primeros dos o tres años. Luego puedes seguir comprometido, pero nunca con el mismo ímpetu inicial”, comenta. Aviso a navegantes: en mayo cumplirá dos años en Sidorme.

El contacto humano es una de las máximas de González, que se ha encargado de trasladar a toda la estructura de la empresa. Su vida transcurre entre Madrid y Cataluña, donde la cadena tiene cinco hoteles. En la capital española hay dos, a los que se suman sendos edificios en Valencia, Albacete y Granada. “Visito continuamente los hoteles. Si no estás en el lugar, se te escapan muchas cosas. Hay que ver cómo está la situación en cada lugar para poder resolver los problemas o idear proyectos”, opina. González y el director financiero configuran el núcleo del organigrama. Por debajo de ellos están los directores de cada hotel, con los que trata a diario. No hay mandos entre esas dos capas: de ahí la virtual falta de necesidad de oficinas corporativas.

La filosofía de Sidorme es clara. “Nos centramos en ofrecer el mejor servicio posible en aquellos aspectos que el cliente realmente valora”, explica. Atención personal durante las 24 horas, habitaciones limpias, camas cómodas, duchas de diseño, wifi rápido y gratuito en todo el hotel... y poco más. Un espacio de vending sustituye al tradicional restaurante; no busquen piscina ni gimnasio, porque no lo encontrarán; tampoco servicio de planchado o peluquería.

Prescindir de todos esos extras permite a la compañía reducir costes en comparación con otras cadenas, lo cual se traslada al consumidor en precios bajos. “Una habitación puede costar entre 35 y 39 euros por noche, algunos días mucho menos. Es un poco más que lo que cobran en un albergue, pero el salto de calidad es inmenso”, destaca González. El producto resulta especialmente atractivo para quienes no van a pasar demasiado tiempo en el hotel: viajeros de negocios y jóvenes, principalmente.

Sidorme tiene muy claro, tanto como su idea fundacional, que no va a invertir en marketing. “La mejor publicidad, y en nuestro caso la única, es un cliente satisfecho que comparta su experiencia con sus conocidos y en las redes sociales”, indica. El concepto de hotel low cost de calidad, en el que se encuadran cadenas como la francesa Ibis, no es demasiado conocido en España.

Los hoteles de la compañía, y por tanto los despachos improvisados de González, son muy luminosos y están decorados de forma sobria pero estilosa. “Lo primero que ve un cliente al entrar a uno de nuestros establecimientos de una, dos o tres estrellas es que no hace falta tener cuatro o cinco para que el espacio resulte acogedor”.

Es probable también que se encuentre con un hombre tecleando en un portátil o revisando unos papeles, con una mochila con ruedas al lado. Sin corbata, pero siempre con chaqueta. Podría ser un huésped más, preparando la reunión para la que ha viajado. O también se podría tratar de González, el timonel de una cadena hotelera “con mucho recorrido” y cuyo funcionamiento interno se asemeja al de las start-ups: transparencia, tecnología y movilidad.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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