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El BCE se prepara para un plan de estímulos sin precedentes

Los inversores, pendientes de Draghi y las urnas griegas

Mario Draghi, presidente del BCE
Mario Draghi, presidente del BCEGetty Images

El euro no fluctúa, sobrevive. A diferencia del dólar, el yen o el franco suizo, que solo son noticia por su tipo de cambio, la moneda europea se pasea con frecuencia al borde de un precipicio, aunque solo sea para disfrutar de una nueva descarga de adrenalina.

La semana que viene el euro tiene de nuevo cita con el abismo. El jueves, en Fráncfort, donde se espera que el Banco Central Europeo anuncie una intervención sin precedentes para despejar la amenaza de una espiral deflacionista a la japonesa e impedir que la zona euro caiga por tercera vez en una recesión.

Choques políticos

Para despejar esos riesgos, el presidente del BCE, Mario Draghi, se muestra dispuesto a realizar una compra masiva de deuda, a pesar de la resistencia de Berlín. El plan de Draghi se aplicó al comienzo de la crisis en EE UU y Reino Unido, sin ningún contratiempo político. Pero con la peculiar estructura del euro, la intervención monetaria puede provocar un choque, también sin precedentes, entre el emisor y el Gobierno de Angela Merkel. Los economistas alemanes más pesimistas anticipan incluso un conflicto institucional que podría poner en peligro la propia supervivencia del euro y de la UE.

ORESTIS PANAGIOTOU (EFE)

Tres días después, el domingo, el eurodrama se traslada a Grecia, el país que en el año 2000 se incorporó con fórceps a una Unión Monetaria en la que sigue y seguirá como un cuerpo extraño imposible de asimilar ni de expulsar.

Los griegos acuden a las urnas con la sensación de que, quizá, esta vez puedan hacer tabla rasa con su clase política nacional y con la troika. Pero la incertidumbre del resultado y la ventaja en los sondeos de Syriza, una formación que plantea renegociar el rescate del país, vuelve a tensar los mercados, aunque no a los niveles de 2012.

Grecia, coinciden los analistas, ya no supone una amenaza sistémica para la Unión Monetaria. Pero por si acaso, todas las alertas están encendidas en Fráncfort, donde el BCE empezó a recibir la semana pasada las peticiones de los bancos griegos para acogerse a su programa de liquidez de emergencia ante una previsible falta de fondos. La retirada de depósitos por temor a un posible corralito, no alcanza los niveles de hace tres años, cuando la salida de Grecia del euro parecía inminente. Pero la inquietud podría ir a más y las entidades griegas se preparan para lo peor.

La compra de deuda

"es la medida más sencilla

para hacer frente

a la deflación"

Viento de cara en los mercados

Los mercados internacionales, en cambio, confían en llegar al 25-E con el viento de cara, gracias a la esperada victoria de Draghi sobre sus rivales alemanes, que cuentan con el presidente del Bundesbank (Banco de Alemania), Jens Weidmann, como principal abanderado. Con el previsible voto en contra de Weidmann, el BCE parece dispuesto, por primera vez desde el nacimiento del euro, a seguir la senda de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra con un gigantesco programa de compra de deuda, denominado relajación cuantitativa o quantitative easing (QE).

“Es la medida contra la deflación más fácil de aplicar técnicamente pero [en la zona euro] se ha convertido en la más difícil de utilizar políticamente”, señala el economista Paul de Grauwe, de la London School of Economics, en su último análisis sobre el QE.

A Draghi, le ha costado casi seis meses de pelea, pedagogía y diplomacia llegar a la reunión del próximo día 22 con un programa de QE prácticamente imparable, a pesar de las incesantes objeciones políticas y legales planteadas por el gobierno de Merkel y por el presidente del Bundesbank, que acusan al italiano de preparar un rescate encubierto de los países de la zona euro en dificultades, como Francia e Italia, y de saltarse la norma del Tratado de la UE que prohibe al BCE financiar a los estados.

Mensajes a Alemania

“Estoy bastante convencido de que lograremos hacer lo que hay que hacer sin salirnos de nuestro mandato”, apostaba Draghi en una entrevista publicada el pasado jueves en el diario alemán Die Zeit. Un día antes, el sibilino italiano recibía el respaldo del Tribunal de Justicia de la UE, que en un dictamen que desdeñaba las objeciones planteadas por una serie de profesores universitarios alemanes, cuyo recurso contra el primer programa de compra de deuda de Draghi (nunca activado) había sido aceptado con entusiasmo por el Tribunal Constitucional alemán.

FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

El dictamen, que servirá de base a las futuras sentencias sobre ese recurso, defiende la competencia exclusiva del BCE a gestionar la política monetaria de la zona euro y pide a los tribunales que se inmiscuyan lo menos posible en la parte técnica de ese trabajo. “Esto equivale a una carta blanca para el BCE”, bramó Hans-Werner Sinn, presidente del instituto de estudios alemán IFO y firme adversario de las ideas de Draghi. Sinn prevé un “grave crisis constitucional dentro de la zona euro” si el Tribunal de la UE se empeña en contradecir al constitucional alemán y el BCE se embarca en un plan que, a su juicio, entraña un riesgo para los contribuyentes alemanes.

El choque de trenes, de llegar a producirse, tardará todavía, porque las sentencias del Tribunal europeo y del Constitucional alemán, potencialmente contradictorias, no se conocerán hasta dentro de varios meses. Para entonces, la compra de deuda probablemente ya haya alcanzado su velocidad de crucero y se podrá calibrar mejor si los daños temidos por unos o los beneficios esperados por otros se han materializado.

Intervención histórica

La histórica intervención podría alcanzar hasta un billón de euros, aunque el BCE podría empezar con una andanada de medio billón y reservarse el resto de la poderosa pólvora para finales de año o 2016. Si la intervención se hace de manera proporcional a la participación de cada país en el capital del BCE, Grauwe calcula que el emisor podría comprar hasta 119.000 millones de euros en bonos españoles; 270.000 millones en bonos alemanes; 203.000 millones en franceses; y 179.000 millones en italianos.

España no tendrá voz ni voto en la reunión clave del jueves, por el nuevo sistema rotatorio del BCE

El BCE prefiere no adelantar cifras, a sabiendas de la explosiva reunión que tendrá lugar el jueves en el seno del Consejo de Gobierno del emisor. Pero Fráncfort adelanta que “tendrá que ser un volumen importante” para lograr el efecto necesario. La tarea es ardua porque, según el BCE, la inflación anual de la zona euro apunta hacia una media anual del 0,37%, a una distancia sideral del entorno del 2% que el emisor se ha marcado como objetivo. La persistente caída del precio del petróleo solo contribuye a empeorar esa perspectiva.

Draghi sabe que esos datos no bastarán para convencer al Bundesbank y a sus aliados de que el principal peligro para toda la zona euro, incluidos los ahorradores alemanes, es una baja inflación persistente. Berlín prefiere arriesgarse y utilizar al BCE como otro instrumento más de política fiscal para imponer disciplina en la periferia y forzar a Francia e Italia a seguir la misma senda.

España, firme partidaria en esta batalla de las tesis de Draghi, será de poca ayuda en la reunión del jueves. Por primera se aplicarán las nuevas reglas de votación (puestas en marcha el 1 de enero, tras la incorporación al euro del socio número 19: Lituania), que dejarán sin voto a los gobernadores de cuatro bancos centrales. Entre los desafortunados figura este mes Luis María Linde, gobernador del Banco de España, que podrá intervenir pero sin votar.

Pero el italiano parece capaz de obtener la mayoría necesaria para aprobar el QE, y a sus 67 años afronta con ímpetu juvenil la que podría ser su última gran batalla: “los jóvenes”, ha dicho esta semana, “no se plantean cómo deben hacer las cosas, simplemente las hacen. Y eso es bueno porque así no se dejan vencer en circunstancias adversas”.

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