La economía de Podemos
Durante los últimos meses hemos asistido a una revolución en el ámbito político con la aparición de un nuevo partido, Podemos. Los fundamentos de su aparición y rápida difusión entre la opinión pública son muchos. La profunda crisis económica, ninguneada en sus inicios desde el Gobierno y fortalecida posteriormente por su tardía respuesta, provocó la necesidad de la implementación de medidas muy poco populares por parte del actual Gobierno (subida del IRPF y del IVA, por ejemplo) que evitaron, sin lugar a dudas, graves problemas en el sistema financiero y la intervención oficial por parte de las autoridades europeas.
Desde una óptica estrictamente económica, los fundamentos de base de la propuesta son erróneos
Las consecuencias de todo ello han provocado un inicio de la recuperación económica más tardía de lo que muchas familias podían soportar. No olvidemos que, en el primer trimestre de 2013, las cifras oficiales de paro que facilita trimestralmente el INE se situaron en el 27%. Por si todo esto fuera poco, los casos de corrupción se suceden cada día. La consecuencia, la irrupción de un nuevo partido político, cuya bandera es la lucha contra los fundamentos que han sostenido el sistema actual.
A finales de noviembre su líder, Pablo Iglesias, presentó el programa económico que pretende implementar para dar un vuelco a la situación actual. Dicho programa se fundamenta en la redistribución de renta como eje para solventar los problemas económicos del país y alcanzar un crecimiento sostenible. Las políticas de austeridad, según afirman los autores de dicho programa, no funcionan. A cambio proponen políticas expansivas de gasto público, una restructuración del sistema basado en políticas keynesianas. Esto es, realicemos un esfuerzo presupuestario (mayor gasto) para contrarrestar la caída de la economía que recuperaremos posteriormente mediante crecimientos futuros.
Desde una óptica estrictamente económica, los fundamentos de base, bajo mi punto de vista, son erróneos. No es cierto que las políticas de austeridad no funcionen. Es más, los inicios de la actual crisis económica se vieron acompañados por grandes esfuerzos de gasto por parte de las principales economías desarrolladas. En el caso español, el Gobierno socialista, sin ir más lejos, implementó medidas de impulso de la demanda con el objeto paliar la caída de la producción. El famoso Plan E es un buen ejemplo. Los resultados de estas políticas expansivas de gasto público nos llevaron posteriormente a una crisis de deuda como consecuencia de la esterilidad de las medidas empleadas. El déficit público en nuestra economía en los primeros años de la crisis osciló alrededor del 10% del PIB. Y aún este año 2014 continuamos, después de muchos esfuerzos por parte de todos –empresas y personas– claramente por encima del 5%.
Lo que España necesita para un mayor bienestar es profundizar en el cambio del modelo productivo
Las políticas de austeridad realmente implementadas en nuestra economía tienen su inicio en el año 2010 con la famosa medida de reducción del sueldo del 5% de los funcionarios y empleados públicos. Desde entonces, hemos reducido el gasto, y con ello el déficit. Sin embargo, esta política de austeridad no se ha visto acompañada, al menos en sus inicios, de una política económica de fomento del empleo y la competitividad de las empresas.
No olvidemos que el déficit se calcula sobre el PIB, es decir, sobre lo que toda la economía produce en un año. Sin embargo, lo que realmente deberíamos hacer para conocer nuestra situación es calcularlo en términos de los ingresos públicos. Si hacemos esta operación, el gasto del Estado excede a los ingresos en cantidades muy superiores al 5%. Concretamente alrededor del 20%.
Cuando hemos aplicado medidas de austeridad económica acompañadas de reformas estructurales, como la reforma laboral o la reforma fiscal, los efectos sobre la economía se empiezan a percibir. En términos económicos, este año cerraremos claramente por encima del 1% de crecimiento real y el próximo lo haremos en el 2% (2,4% según FUNCAS). En términos del mercado laboral, las últimas predicciones sitúan la tasa de paro para el próximo año entre el 22 y 23%. Sin duda, son tasas extraordinariamente elevadas que precisan del máximo esfuerzo por parte de quienes tienen en su mano implementar medidas de fomento del empleo, pero en la economía la magia no existe. Solo esfuerzo continuado y el análisis y ejecución de las medidas adecuadas dan sus frutos. Naturalmente que a todos nos gustaría que hubiese una renta básica para todos los ciudadanos y jubilarnos a la edad de 60 años. Pero, sencillamente, no es posible. No al menos en las circunstancias económicas actuales y en un mundo capitalista globalizado donde la distancia no existe y todo se transmite económica y socialmente al instante.
Lo que este país necesita es profundizar en la restructuración del modelo productivo. Motivar, incentivar y ayudar a las empresas a invertir en innovación y a los trabajadores para que sean más productivos, a producir más en menos tiempo y con el mismo esfuerzo. Como hacen la mayoría de socios europeos. Solo de esta forma conseguiremos mayor bienestar social sostenible y compatible con un mundo cada vez más competitivo y cambiante. Solo así conseguiremos que nuestra economía pueda ser capaz de competir en igualdad de condiciones y con un mercado laboral más ajeno a las fluctuaciones de las grandes cifras macroeconómicas.
Ángel Díaz Chao es profesor del departamento de Economía Aplicada I de la Universidad Rey Juan Carlos.