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Columna
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Entre el petróleo y las finanzas

A veces, lo que falta dice más de lo que hay. Un ejemplo es la respuesta del mercado de valores –o la falta de ella– a la fuerte caída del precio del petróleo. La casi indiferencia muestra cuán frágil financieramente sigue siendo el mundo más de seis años después de la quiebra de Lehman Brothers.

El barril de crudo Brent es más de un 40% más barato ahora que en junio. Si la mayor parte del dinero ahorrado por los compradores fuera a parar al gasto alternativo, la caída equivaldría a un estímulo muy importante. Un mayor consumo sería bueno para los beneficios corporativos, especialmente con el gasto de combustible a la baja. Si la economía sigue las reglas de los libros de texto, las pérdidas de los productores de energía serían superadas con creces por las ganancias en otras áreas.

El mercado parece no considerar que un crudo más barato sea un hecho positivo significativo

Y, sin embargo, el índice estadounidense S & P 500 solo ha subido el 3% desde junio, y el índice MSCI World ha caído un 3%. El mercado no parece ver el petróleo más barato como un hecho positivo significativo.

Eso tiene sentido cuando las fuerzas financieras siguen siendo poderosas y negativas en comparación con lo que está ocurriendo en la economía real. Los riesgos financieros de un petróleo más barato se enfocan de forma más clara que el potencial de estímulo del crecimiento. Los consumidores podrían ahorrar, no gastar, la mayor parte de la bonanza petrolera. Los productores reducirán el gasto y sufrirán dolor financiero, que podría extenderse a los prestamistas. La inflación baja o ausente no es útil para los bancos. Se espera que los tipos de interés oficiales de Estados Unidos se muevan al alza a mediados de 2015.

La interacción entre unas finanzas débiles y un precio del petróleo a la baja no es ni obvia ni predecible. Esto hace que sea difícil valorar el dividendo del petróleo para los beneficios empresariales, por lo que los inversores actúan con cabeza al no esforzarse demasiado.

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