¿Cómo nos afectará la victoria Republicana en las legislativas de EEUU?
El 4 de noviembre los estadounidenses elegirán a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a una tercera parte de sus cien senadores. Desde 1992 ningún partido ha controlado ambas cámaras y la Casa Blanca. Esta gobernanza dividida tiene ventajas e inconvenientes. La facción radical del Partido Republicano, el Tea Party, se ha estrellado contra la mayoría Demócrata (52-46) en el Senado, a la vez que los intentos reformistas de Obama son rechazados por la Cámara de Repesentantes, con mayoría republicana. Los Republicanos quieren eliminar la ampliación del sistema de cobertura médica (Obamacare), suprimir importantes ministerios federales (educación, energía), prohibir completamente el aborto y endurecer aún más el sistema de inmigración expulsando a más ilegales. Asimismo, los Republicanos rechazan en la Cámara baja los intentos de Obama de simplemente limitar -- no prohibir -- la compra y utilización de armas de todo tipo por parte de personas con historiales de problemas mentales o de introducir estándares mínimos de eficiencia energética a nivel federal. Además, sin el beneplácito de la mayoría republicana en la Cámara baja, la mayoría Demócrata en el Senado y Obama no pueden aprobar el presupuesto anual ni aumentar el límite de endeudamiento de EE.UU. En octubre de 2013, la economía de EE.UU. perdió $160 millones porque el Tea Party condicionó la aprobación del presupuesto anual y el aumento del límite de endeudamiento a la eliminación de Obamacare. Millones de veteranos dejaron de cobrar sus pensiones y recibir asistencia médica, se cerraron todos los parques nacionales y monumentos federales, se pararon las pruebas médicas en los hospitales públicos e incluso familias no pudieron enterrar dignamente a soldados fallecidos en Irak o Afganistán. Ante tal escándalo, Obama resistió el chantaje y se aprobó un presupuesto continuista y se elevó el techo de endeudamiento sin concesión alguna por parte de los Demócratas.
El 4 de noviembre el partido Republicano se alzará seguramente con el control del Senado. A pesar de su buena gestión de la economía, seis años de mandato pasarán factura a Obama, como a cualquier presidente en la segunda parte de su segundo mandato. Los votantes independientes le culpan de la subida de sus primas del seguro médico (los que ya tenían cobertura) y critican su negativa a autorizar la finalización del gaseoducto Keystone XL y perforar en aguas o tierras federales. En política exterior, votantes republicanos, independientes y los demócratas más conservadores atribuyen la guerra civil en Siria, la amenaza de ISIS, el deterioro de la situación en Irak y la belicosidad de Putin en Ucrania a un supuesto pacifismo de Obama. En una reciente conferencia de prensa Obama fue incapaz de hablar sobre el descenso del paro al 5,9% (10% en su primer año) porque los periodistas le acribillaron con preguntas sobre Siria, ISIS, Irak, Putin, Ucrania, ébola y Obamacare.
Las contiendas más reñidas en el Senado no pintan bien para los Demócratas. Los Republicanos mantendrán sus escaños en juego en el Senado, mientras que los Demócratas perderán probablemente entre cinco y siete debido a la jubilación de bastantes de sus senadores y la vulnerabilidad de otros. Los Republicanos obtendrán senadores adicionales en Montana, Dakota del Sur, Iowa, Arkansas, Louisiana y Virginia Occidental. Con dicho resultado, Republicanos y Demócratas empatarían a 50 senadores. Pero también peligran escaños Demócratas en el Senado en Colorado y Carolina del Norte, con lo cual una mayoría mínima republicana es probable. Las reglas del Senado exigen sesenta votos para aprobar legislación importante. Ante dicho escenario, ¿qué podemos esperar en los dos últimos años del mandato de Obama si el Tea Party contribuye a que los Republicanos logren el control de ambas Cámaras? Los optimistas apuntan a que los Republicanos moderados querrán pactar algunas reformas mínimas en materia energética, inmigración y fiscalidad de las empresas para que no se pueda achacar al contrincante Republicano de Hillary Clinton en las presidenciales de 2016 una parálisis legislativa total durante dos años. Pero el Tea Party, embriagado por el éxito del 4 de noviembre, es un movimiento sin líder cuyo fanatismo antepone la pureza ideológica al pragmatismo, con lo cual puede aceptar no aspirar a ganar las presidenciales y darse con satisfechos con el control del Congreso.
Los Republicanos no financiarán ni Obama desea ninguna aventura militar de envergadura. La independencia de la Reserva Federal no peligra, con lo cual el crecimiento de EE.UU. continuará a medio gas. Pero no habrá una reforma sustancial del sistema de inmigración. Tampoco se aprobará un sistema de cap-and-trade de emisiones que facilite un acuerdo internacional post-Kyoto. Será imposible alcanzar un gran acuerdo para sanear y recortar a medio plazo los programas de prestaciones federales (pensiones y cobertura médica para los jubilados y pobres) a cambio de una reducción de impuestos exigida por los Republicanos. En definitiva, un status quo en 2014-2016 que no perjudicará demasiado al mundo pero impedirá el imprescindible liderazgo estadounidense en temas de gobernanza global.
Republicanos y Obama pueden colaborar es la aprobación de acuerdos de libre comercio y de liberalización de inversiones entre EE.UU. y la UE (el ACTI), y entre EE.UU. y sus aliados económicos de América Latina con las potencias asiáticas del Pacífico (TPP). Para concluir dichos acuerdos, el Congreso debe otorgar a Obama la llamada autorización fast-track para negociar acuerdos que el Congreso debe posteriormente aprobar o rechazar pero no puede enmendar. Si fuera así, España debe apostar fuerte como cuarta economía de la eurozona para que se apruebe el ACTI y nuestros intereses en Latinoamérica se conjuguen en lo posible con los de EE.UU.