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Columna
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Más Dilma Rousseff para Brasil

Otros cuatro años de Dilma Rousseff representan un gran riesgo para la economía de Brasil. Si la presidenta, reelegida el domingo, no hace grandes cambios políticos, el gran tamaño del gobierno y su intromisión traerán más estancamiento e inflación.

Rousseff derrotó a su contrincante Aécio Neves por el 51,6% frente al 48,4% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones. Sin embargo, sus políticas hasta ahora no han dado buenos resultados. El banco central espera que el crecimiento del PIB sea del 0,3% este año y del 1% en 2015. Ambas cifras son inferiores a la tasa de crecimiento de la población de Brasil. Además, la inflación en el año hasta mediados de octubre era del 6,6%, por encima del techo del objetivo oficial y a pesar de los controles de precios generalizados.

La presidenta también ha tenido la costumbre de entrometerse en la industria. Por ejemplo, obligado a que Petrobras, controlada por el gobierno pero cotizada en bolsa, venda combustible en Brasil a precios por debajo de mercado. Es difícil cuantificar el daño que tales intervenciones hacen a la economía. Es más fácil, sin embargo, ver los efectos de los gastos excesivos.

El banco central del país espera que el crecimiento del PIB sea del 0,3% este año y del 1% en 2015

Standard & Poors ya ha rebajado la calificación crediticia de Brasil a solo un escalón por encima del bono basura. Otro año de débil crecimiento económico y de objetivos presupuestarios no alcanzados podría fácilmente ver las calificaciones del país recortadas por debajo del grado de inversión. Con un déficit en cuenta corriente que alcanza el 4% del PIB y la inversión de capital extranjero reduciéndose, recaudar dinero de los mercados mundiales de capital se convertiría entonces en un reto.

Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil desde 2003 hasta 2011, logró el éxito económico en gran parte de su agenda socialista. Bolivia y Ecuador han florecido con políticas similares, pero Rousseff ha tenido menos suerte. Hasta el momento, Brasil ha evitado ser empañada con la mala reputación de los mercados financieros de sus vecinos Argentina y Venezuela. Pero se arriesga a tomar ese camino. Más de lo mismo de la presidenta no implicará ningún carnaval para la economía de Brasil –o su gente–.

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