Los yates más exclusivos, a la venta en Barcelona
Quienes tengan pensado gastarse algunos millones de euros en un yate, seguro que pasan este fin de semana por Barcelona. El Salón Náutico que se celebra en la Ciudad Condal es una cita obligada para este público tan pudiente (también para quienes optan por embarcaciones más económicas). “Entre el 40% y el 50% de las operaciones que cierran cada año las principales navieras empiezan o acaban en esta feria”, asegura el director del certamen, Jordi Freixas.
Los clientes que se compran una embarcación de alta gama (se suele incluir en esta categoría las que cuestan más de 500.000 euros) suelen tener bastante claro sus preferencias. “Lo normal es que si te vas a gastar cinco o seis millones de euros en un yate visites varias ferias. Antes de ir a la de Barcelona habrás pasado por Cannes y Dusseldorf, pero será aquí donde materializarás la compra porque es donde lo vas a tener atracado y donde quieres que te hagan el mantenimiento”, explica Luis Conde, presidente del Salón Náutico.
La oferta es amplia. Tanto en motor como en vela, las 60.000 personas que se espera que visiten la feria verán desde lanchas neumáticas o semirrígidas hasta megayates de 25 metros de eslora. Estas últimas son las dimensiones, por ejemplo, del Azimut 80, uno de los buques más llamativos de la feria. El hecho de que cuente con cuatro cabinas dobles más dos para la tripulación permite hacerse una idea de su tamaño (su precio no se ha hecho público).
El Lagoon 630, un catamarán más corto (20 metros) pero mucho más ancho, también se cuenta entre los modelos que acapararán más miradas en el puerto de Barcelona. Cuesta 1,7 millones, impuestos no incluidos. Para los amantes de la vela, quizá la opción más impresionante sea el Solaris 58, un crucero de 17,4 metros de eslora que combina superficies lisas y estancias acristaladas con una gran maniobrabilidad. Cuesta en torno al millón de euros. ¿Qué perfil tienen los compradores potenciales de estas grandes embarcaciones? Naturalmente, gente adinerada. Y que, además, suele poseer ya algún otro bajel. “Todos los que tenemos barco siempre echamos de menos tener algún metro más”, explica Conde.
“El nuestro no es un sector de compra impulsiva. Los clientes suelen saber muy bien lo que vienen a ver”. Aunque siempre hay excepciones. Confiesa que en alguna ocasión ha aparecido por la feria algún jeque árabe, que se ha fijado en algún yate en concreto y se lo ha comprado en el acto.