Y la nave del Estado va
Las grandes líneas, y las grandes cifras, de los Presupuestos Generales del Estado me han traído a la cabeza el título de la vieja canción italiana: da la sensación de que la nave del estado simplemente va, se mueve por la inercia de las corrientes, sin que se note la mano de un timonel decidido que esté dispuesto a corregir el rumbo.
Por mucho que, con un ojo ya en los procesos electorales que se avecinan, se afirme que los Presupuestos se sitúan en la estela de la reducción de impuestos, ni en ellos (la recaudación fiscal aumentará un 6%) ni en la reforma fiscal en ciernes se apuesta decididamente por aflojar el dogal de una exacción fiscal que alimenta la máquina insaciable del gasto público con grave riesgo de asfixia de ciudadanos y empresas.
Y en cuanto a la estructura del gasto, los cambios son simplemente de matiz.
Es cierto que la disminución de la protección por desempleo (que, ojo, proviene más del agotamiento de prestaciones que de la mejora sustancial del empleo) y la del servicio de la deuda (por la caída de los tipos de interés, que no va a continuar indefinidamente y sobre la que se ciernen algunos nubarrones) ofrecen un respiro.
Pero los intereses de esta última siguen representando más de un 10% del gasto total y el gasto social se sitúa en casi un 54% del mismo, por lo que entre uno y otro se alcanzan casi dos tercios del gasto.
Basta con estas cifras para comprender que el margen de maniobra, sin reformas sustanciales, es bastante reducido. Pero, a pesar de ello, un déficit del 4,2% y un desempleo de un 22,9%, con más de cinco millones de desempleados, revelan más conformismo que decisión política y apuesta reformista.
Desde el punto de vista social, son importantes, a pesar de su modestia, los incrementos de las partidas en infraestructuras (12,6%) y en investigación, desarrollo e innovación (4,8%), pero con el incremento del gasto en pensiones, y teniendo en cuenta el déficit esperado de la Seguridad Social y el adelgazamiento acelerado de su Fondo de Reserva, la revalorización del 0,25%, a pesar de su escasa cuantía, no se entiende, y más en un escenario casi de deflación, muy bien.
Como tampoco se entiende muy bien, restablecidas las pagas extraordinarias de los funcionarios, la devolución de la cuarta parte de la suprimida en 2012. ¿Se les va a devolver a los ciudadanos el esfuerzo fiscal adicional que se les exigió de manera “transitoria” para cuadrar las cuentas? ¿Es consciente el Ejecutivo de las pérdidas salariales que han tenido lugar en el sector privado? Esa devolución será bienvenida, pero alimentará también nuevas reivindicaciones de recuperación íntegra de lo “perdido”.
Aparte de todo ello, hay aspectos llamativos, como que los gastos de gestión y administración de la Seguridad Social aumenten más de un 22%, y que las reducciones se centren en actuaciones y servicios de “carácter general”. Para terminar con otra canción: si yo tuviera una escoba, ¡cuántas cosas barrería!
Federico Duran López es catedrático de Derecho del Trabajo. Garrigues Abogados.