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Columna
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El punto débil de la secesión de Escocia

La moneda sigue siendo el talón de Aquiles de los independentistas escoceses. Alex Salmond, líder de la causa, utilizó un segundo debate televisado para esbozar un plan sobre lo que se ha convertido en un tema clave –qué pasaría si los votantes aprueban la independencia el 18 de septiembre, pero no el resto de Reino Unido no está convencido de que Escocia puede conservar la libra en una unión monetaria completa–. Las alternativas suenan dudosas.

La estrategia de Salmond todo el año ha sido insistir en que un voto favorable iría seguido de un acuerdo para que Escocia siga usando la libra esterlina como moneda, conservando al Banco de Inglaterra como prestamista de última instancia para su descomunal sistema bancario. El primer ministro escocés puede estar en lo cierto al afirmar que el resto de Reino Unido no dejará a Escocia y a su enorme sistema bancario a la deriva. Pero, como comprobó al perder un debate anterior el 5 de agosto, la confianza arrogante no obtendrá el apoyo de los votantes indecisos.

Por desgracia, el plan de Salmond no suena serio. Habló despreocupadamente de una moneda escocesa independiente, haciéndose eco de Noruega o Suecia. Sin embargo, Escocia probablemente echaría a andar con un déficit presupuestario que la haría más vulnerable a los ataques especulativos. La amenaza va a complicar cualquier esfuerzo para gastar más en áreas como la salud –especialmente con la dependencia de los escoceses de los ingresos del volátil petróleo–.

Las encuestas sugieren que los votantes indecisos determinarán los resultados del referéndum

Las encuestas sugieren que los votantes que aún se encuentran indecisos determinarán los resultados del referéndum. Unas opciones tan imposibles no servirán de consuelo como alternativas realistas a la unión monetaria. Los escépticos podrían considerar que incluso si una unión monetaria se materializa, Escocia tendría una participación mínima en la fijación de tipos y aún menos margen para participar en los cambios fiscales.

Puede que Salmond lo hiciera mejor en el último debate, pero solo está predicando a los conversos.

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