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Desde Rusia sin amor

A Europa le ha costado consensuar las sanciones impuestas a los oligarcas fieles al Kremlin mediante la incautación de sus activos en el extranjero y sus empresas, y el rechazo a tratar con grandes empresas rusas del sector energético y bancario. Es comprensible que la UE haya necesitado tiempo. El volumen de comercio bilateral UE-Rusia asciende a 400.000 millones de euros (el de EEUU es sólo de 40.000 millones) y las inversiones de empresas europeas son sustanciales.

Las contrasanciones de Rusia prohibiendo la importación de productos agrícolas europeos están perjudicando al sector, concretamente por valor de 9.000 millones de dólares. A las manzanas polacas, cítricos mediterráneos, mozarella italiana y un sinfín de productos agrícolas se les ha cerrado la puerta del mercado ruso. Sin embargo, hay sobrados motivos para pensar que la UE ganará a medio plazo esta guerra económica. En primer lugar, la agricultura rusa sigue siendo impoductiva. Recordemos que en época de Brezhnev el siguiente chiste ilustraba el fracaso de la agricultura soviética. A la pregunta de cuáles eran los mayores problemas del sector agrario, la respuesta era: invierno, primavera, verano y otoño. En segundo lugar, las sanciones aún no han tenido tiempo para surgir su pleno efecto, pero ya han contribuido a que la economía rusa haya entrado en recesión. En tercer lugar, el boicot hará subir los precios de los otros productos agrícolas. Putin ha apuntando la posibilidad de controlar los incrementos de precios, pero dicha medida pasaría la factura de los consumidores a las empresas, lo cual provocaría una pérdida de inversores en el sector.

Rusia tiene también menos margen para perjudicarnos. Depende de nuestras exportaciones de bienes de consumo, maquinaria, bienes de equipo e industriales de alta calidad, para los cuáles le resultaría muy difícil encontrar un importador alternativo. A estos argumentos se suma el hecho de que los paladares de los rusos (de clase media y alta) se han acostumbrado a los productos europeos.

La vulnerabilidad europea es la dependencia del gas natural ruso (un 25% del consumido en la UE), pero Rusia tampoco tiene clientes disponibles ni la logística a los cuáles exportar los hidrocarburos que exporta a Europa. La UE es el mayor socio comercial de Rusia, cuyos intercambios comerciales con la UE representan el 41% del total. Si Europa mantiene un frente común y desarrolla una política energética común, superaremos nuestra relativa dependencia de Rusia en materia energética. La voz cantante en la gestión de la crisis la lleva Angela Merkel, persona cauta por naturaleza, y cuyo país no tiene ningún interés en una intensificación de una guerra económica.

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