Resignados a vivir con la nueva izquierda
No les ponen alfombra roja, pero tampoco les dan con la puerta en las narices como hace dos años. Los grupos políticos surgidos a raíz de la crisis, muchos de ellos de izquierda, se abren paso en las instituciones europeas y hasta se les corteja desde otros grupos políticos y en ciertas capitales.
Los flamantes representantes de esos partidos se sentarán a partir de mañana en el Parlamento Europeo, donde incluso contarán con un candidato a presidir la Eurocámara: Pablo Iglesias, de Podemos, en representación del Grupo de Izquierda Unitaria Europea.
La candidatura de Iglesias no tiene posibilidades frente a la de Martin Schulz, el socialista alemán que con toda probabilidad asumirá mañana de nuevo la presidencia del Parlamento con el respaldo de su partido (Socialistas y Demócratas, S&D) y del Partido Popular Europeo (PPE). Pero la candidatura de Iglesias en esa votación simboliza la irrupción en las instituciones de unos movimientos sociales que, hasta hace poco, solo parecían una remota amenaza para los partidos tradicionales.
De momento, los más cercanos a convertirse en fuerza gubernamental son los griegos de Syriza, descalificados en 2012 como representantes de una ultraizquierda partidaria de abandonar la zona euro. Dos años después, los epítetos se han caído y su líder, Alexis Tsipras, ya ha sido recibido por el presidente del BCE, Mario Draghi, o por el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble.
En Berlín, Fráncfort o Bruselas se impone la idea de que ya es inevitable convivir con una formación que ha ganado las recientes elecciones europeas y locales del 25 de mayo. Y que parece llamada a ocupar la presidencia del Gobierno griego tan pronto como el actual primer ministro, el conservador Antonis Samaras, ponga fin a su coalición con un partido socialista que se ha vuelto irrelevante.
“La reunión con Draghi en Fráncfort nos sorprendió a nosotros mismos”, reconoce una fuente de Syriza. Nadie parece dispuesto a detallar los extremos de ese encuentro. Pero la coalición de izquierdas subraya que se trata de un gran avance para su imagen en Grecia y fuera.
“Queremos que en Fráncfort o en Bruselas nos conozcan de primera mano y no a través de terceros que nos atribuyen intenciones casi revolucionarias”, señalan las mismas fuentes. “En Grecia”, añaden, “las reuniones con Draghi o Schäuble nos han servido para demostrar a la opinión pública que no estamos aislados como dicen nuestros rivales”.
La Comisión Europea y Syriza también parecen condenadas a entenderse, porque tras las elecciones locales helenas la nueva izquierda griega controla buena parte del gasto público (hasta el 50%), incluida la gestión de los fondos estructurales de la UE correspondientes a sus territorios. Y en el Parlamento Europeo, los buenos resultados de unas formaciones otrora marginales les convierten en una pieza muy atractiva, incluso para el poderoso Grupo Socialista, que no descarta aproximaciones hacia alguno de ellos.
Los cinco eurodiputados de Podemos han seguido los pasos de los seis de Syriza y se han integrado en Izquierda Unitaria, donde desplazan a las formaciones históricas. Los griegos del KKE (comunistas) han abandonado el grupo porque no comparten el ideario europeísta de Syriza. Pero los recién llegados advierten de que no pretenden heredar el papel testimonial jugado por la extrema izquierda en las últimas décadas. “No queremos recoger las migajas electorales de la socialdemocracia”, señalaba Iglesias durante un debate celebrado en Bruselas a mediados de mes. “Estamos aquí para ganar y gobernar. Primero, en Grecia. Y después, en otros países”.
Iglesias considera que se ha abierto un nuevo espacio político que no coincide con la separación tradicional entre conservadores y progresistas. Y está convencido de que en muchos lugares de Europea existe ese nuevo filón político por el que merece la pena competir.
A contraluz
Podemos se cobra la primera pieza en Estrasburgo
La irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo ha obligado al resto de partidos, al menos a los de izquierda, a revisar su discurso y su imagen. Por ahora, la formación más directamente afectada es Izquierda Unida. Su cabeza de lista, Willy Meyer (en la imagen), se ha visto forzado a renunciar a su acta de diputado tras reprochársele su participación en un fondo de pensiones voluntario del Parlamento gestionado a través de una Sicav con domicilio en Luxemburgo. El dato era conocido, pero en contra de Meyer han jugado dos factores: IU no logró el 25-M unos resultados tan buenos como se esperaba y empató con Podemos en número de diputados (cinco). Y en segundo lugar, la intención de los eurodiputados de Podemos de renunciar a muchos de los privilegios asociados al escaño obliga a IU a demostrar una ejemplaridad similar. La coherencia política de los socialistas españoles (14 escaños) también puede verse en juego. Podemos les ha pedido, como a todos los países del sur, que no voten por Jean-Claude Juncker (PPE) como presidente de la Comisión Europea. Los aspirantes a la secretaría general del PSOE han recogido el guante y rechazan a Juncker. Pero el Grupo Socialista europeo, al que pertenecen Elena Valenciano y compañía, ha pactado el voto con el PPE. Veremos.
La reestructuración de la deuda se pone de moda
La popularidad de los nuevos grupos de izquierda coincide con una tendencia en boga a favor de buscar fórmulas no traumáticas para la reestructuración de la deuda soberana. El debate ha desbordado ya las fronteras del mundo académico más alternativo y llega hasta el seno de las instituciones. Hoy mismo, el director gerente del fondo de rescate de la zona euro (MEDE), Klaus Regling, participará en Bruselas en un debate sobre el procedimiento de insolvencia para los Estados propuesto por el instituto de estudios alemán ZEW. Sus autores defienden la necesidad de contar con ese procedimiento como complemento a las reformas y a la unión fiscal de la zona euro.