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Tribuna
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La ingeniería que está por venir

Desde que entramos a formar parte de la Unión Europea, el 1 de enero de 1986, comenzó un proceso de convergencia en todos los ámbitos con los países de nuestro entorno y un acercamiento al resto de países del orden mundial, lo que a su vez ha supuesto una modernización generalizada y un desarrollo sin precedentes.

Pero desgraciadamente, nuestra sociedad o parte de ella, sigue manteniendo cierta nostalgia y conservadurismo en determinados sectores que imposibilita puedan darse pasos decisivos en cuestiones tan importantes como las profesiones y lo que ello conlleva de cara a la movilidad, empleabilidad y competitividad de los profesionales.

Y un hecho claro, es lo que ocurre con la dualidad de las profesiones de ingeniero e ingeniero técnico en España, y que como es lógico, no existen en ningún país del mundo (o por lo menos que conozcamos). Pero lo peor de todo, es que lejos de tratar de adaptarnos de la mejor forma posible al establishment europeo y mundial, lo que al parecer queremos, es que los demás se adapten a nuestro modelo, algo que además de ingenuo, me parece imposible.

Con la reforma del Espacio Europeo de Educación Superior se perdió una oportunidad única de converger a las profesiones de ingeniería del resto del mundo, donde el grado (bachelor) es la única titulación exigida para poder ejercer la profesión de ingeniero, y sin embargo aquí en España, para que pudieran seguir existiendo las profesiones de ingeniero e ingeniero técnico, se vulneraron todos los principios que rige Bolonia y por ende, la legislación española (R.D. 1393/2007 y R.D. 861/2010), y se crearon unos títulos de máster generalistas y habilitantes, que no tienen homólogo en ningún país.

Y es que, frente a lo que se piensa en España, que para ser ingeniero hay que estudiar seis años (cuatro de grado más dos de máster), en el resto de países es suficiente con un máximo de cuatro años, lo cual nos coloca en una posición de desventaja competitiva respecto a otros profesionales.

Y ahora seguro que hay alguien que piensa y no con poca razón, que el ingeniero recién titulado de seis años sabrá más que uno de cuatro, y eso no es discutible, pero lo que hay que preguntarse, es si verdaderamente necesario y si podemos permitírnoslo, porque supongo que nadie pondrá en duda la preparación y profesionalidad de los ingenieros alemanes, británicos, estadounidenses, y japoneses.

Y es por ello que todo el mundo tiene que saber que lo que en España es un ingeniero técnico o graduado en ingeniería, en el resto del mundo es un ingeniero, y que cuando salimos a trabajar fuera de nuestro país lo hacemos como ingenieros de pleno derecho, aunque por qué no decirlo, en la mayoría de países se requiere una habilitación profesional por parte de las asociaciones profesionales equivalentes a los Colegios en España, que es lo que realmente otorga las garantías necesarias para la sociedad, y este es el modelo que desde nuestro Consejo General estamos implantando a través de la Acreditación DPC Ingenieros, que certifica el desarrollo profesional continuo (experiencia y formación).

En este sentido, estamos trabajando para eliminar las pocas barreras que el ingeniero técnico español encuentra en algún país, como es el caso de la reciente resolución de UK Naric por la que un ingeniero técnico ya está reconocido como bachelor (grado), y por tanto puede optar al ejercicio de la profesión de ingeniero y a continuar con sus estudios de postgrado, algo que hasta la fecha y por cuestiones que no conviene comentar, nos estaba siendo vetado en este país.

No cabe duda de que ha sido un gran logro, pero para mí solo ha significado una cuestión de justicia y razón, que son las que nos deberán acompañar en el cambio que está por llegar a nuestro país.

Ha llegado el momento y no podemos seguir nadando contra corriente, el tiempo de la dualidad en las profesiones de Ingeniería españolas toca a su fin.

José Antonio Galdón es presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial.

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