Entre el grifo de Putin y el poderío de Obama
Bruselas ha comprendido en los últimos 12 meses, por si no lo tenía claro, que en la escena internacional no hay enemigo pequeño ni amigo del todo fiable. Tras fajarse para que la Organización Mundial de Comercio (OMC) abriese la puerta a Rusia, ahora se encuentra al borde de una guerra comercial sin precedentes con Moscú. Y nada más ponerse en marcha las negociaciones con Washington para un Acuerdo de Libre Comercio transatlántico, se descubre que EE UU tenía pinchado hasta el teléfono móvil de Angela Merkel.
Los dos percances han sorprendido a la Unión Europea sin una política exterior común. Y sin un acuerdo interno sobre cómo afrontar la convivencia con un vecino incómodo como Vladimir Putin, ni cómo recuperar la confianza total en un socio tan imprescindible como Barack Obama.
En ambos casos, la UE ha reaccionado con grandes aspavientos, pero todavía no hay una respuesta común concreta. Pasado mañana (21 de mayo), por ejemplo, tendrá lugar en Bruselas una conferencia organizada por la Comisión Europea bajo el título Abriendo el camino hacia una estrategia europea de seguridad energética.
La convocatoria contará con la significativa intervención del primer ministro polaco, Donald Tusk, uno de los líderes europeos más inquieto por la crisis de Ucrania, país por el que transita gran parte del petróleo y el gas que Rusia suministra a varios países de la UE, incluida Polonia.
El propio título de la conferencia resultaría anacrónicamente divertido si no fuera porque se trata de una triste realidad: casi 60 años después del nacimiento de la UE, el club europeo todavía no dispone de una estrategia de seguridad energética común, a pesar de que el 53,4% de su consumo se cubre con el suministro de países terceros. Una dependencia que, en el caso de varios países, entre ellos España, supera el 70% y llega al 100% en petróleo y gas natural.
Tamaño talón de Aquiles de la economía europea ha quedado al descubierto, una vez más, por el conflicto con el Kremlin en torno a la orientación geoestratégica de Ucrania. Aunque la UE es menos vulnerable que hace cinco años, cuando Moscú cerró el grifo y dejó sin calefacción a miles de búlgaros, rumanos o checos, los países deEuropa Central y del Este todavía observan con temor la escalada de tensión con Rusia. Su nerviosismo, sin embargo, choca con la indiferencia de países como Alemania, Italia, Holanda o Grecia, también dependientes del suministro ruso, pero más preocupados por velar por los lazos comerciales que unen a algunas de sus compañías energéticas con gigantes rusos como Gazprom o Rosfnet.
Esa diversidad de intereses impide que avancen propuestas como la de Varsovia, que ha sugerido la posibilidad de centralizar la compra de gas a Rusia para evitar que Gazprom pueda imponer precios “políticos” a cada país en función de los intereses geoeconómicos del Kremlin.
Europa ni siquiera cuenta todavía con la posibilidad de recurrir masivamente a proveedores alternativos como Argelia, conectada por dos gasoductos con la costa española. Aunque España tiene un superávit de capacidad de importación (tanto directa como a través de regasificadoras), se encuentra prácticamente aislada del resto del mercado europeo.
Solo faltan 184 kilómetros de gasoducto para aumentar la capacidad de la interconexión de la red española con Francia. La construcción de ese tramo forma parte del plan de infraestructuras de la UE para 2014-2020, dotado con 5.850 millones de euros. Pero el inicio y conclusión del ramal quedará sujeto, una vez más, al albur de lo que diga París, no Bruselas.
El otro eje económico de la política exterior europea gira en torno al espacio trasatlántico. Bruselas negocia con Washington un tratado internacional de liberalización comercial y de inversiones, que según los cálculos manejados por la Comisión podría generar un beneficio económico para la UE de 119.000 millones de euros al año.
La UE alberga dudas sobre el alcance del proyecto, pero parece contar con pocas alternativas. EE UU puede volcarse en Asia ahora que decae el volumen de mercado transatlántico. Pero Europa, cuando se gira hacia el este, se topa con Vladimir Putin.