El precio manda también en el aire
El acuerdo que el pasado ejercicio las compañías aéreas firmaron para varios años con Aeropuertos Nacionales (Aena) sobre las tasas nunca fue de su pleno agrado, porque aunque podía interpretarse como un esfuerzo lógico para contribuir a financiar al equipamiento aeroportuario y el alto endeudamiento de la empresa nacional, suponía un encarecimiento de los servicios en un momento de crisis y de altísima competencia por atraer tráficos. Ayer, en una decisión arriesgada financieramente pero acertada desde el punto de vista mercantil, Aena renunció a la subida de tarifas que tenían pactada con las compañías y decidió congelarlas, además de mantener las bonificaciones a las aerolíneas por la apertura de nuevos trayectos o cubrir determinados cupos de pasaje. Es una decisión que le costará 150 millones de euros, pero es la mejor apuesta que puede hacer para consolidar una recuperación de los tráficos incipiente que viene de la mano de un despertar todavía débil de la actividad general y que necesita cuantos apoyos se le puedan prestar. En toda decisión económica el precio es importante; pero en aquellos negocios en que los márgenes se han estrechado tanto como en el de transporte de viajeros, con la entrada agresiva de jugadores blandiendo el precio como arma, es el árbitro soberano.