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El Foco
Tribuna
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¿Para qué sirve la responsabilidad social?

Mi admirada amiga Adela Cortina, valenciana y sabia, publicó el año pasado un hermoso ensayo (¿Para que sirve realmente la ética?; Paidos, 2013) que, capítulo a capítulo, va contestando a esa concreta pregunta y finaliza con estas reveladoras y sentenciosas palabras: “Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra como un sobrentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza”. El libro es un manual que huye del utilitarismo, nos guía por el camino de la reflexión sincera y cumple aquella certera conseja de que, como nos enseñara Aristóteles, el mejor tratado de moral es siempre un tratado práctico.

Una pregunta similar es pertinente porque se está marcando el inicio de un tiempo nuevo después de unos años en los que la RS –a pesar de las apariencias y de las subcontrataciones responsables– no estaba entre las preocupaciones principales de las empresas y de las instituciones, ni de dirigentes varios. Hoy, no podemos negarlo, se aprecia un renacer de la responsabilidad social que, aprendiendo de los errores del pasado, parece haber llegado para quedarse, sabedora de que el camino es largo, muy largo y, seguramente, nada fácil. Algunos indicios nos ayudarán a profundizar en esta idea:

- Con un Consejo Estatal de Responsabilidad Social renovado y casi en marcha, en dos meses se hará pública la esperada Estrategia Nacional de RS, que probablemente acogerá en su articulado la regulación del informe no financiero para empresas, una exigencia de la nueva directiva de la Comisión que se somete a aprobación del Parlamento Europeo el próximo 16 de abril. Laus deo! Poco a poco, aunque no todavía, llegará el momento en el que los políticos, si quieren ser respetados/apreciados, aprenderán a darse cuenta de que la política solo tiene sentido si juega el papel transformador que la sociedad le demanda, y también si ellos mismos son capaces de dar respuesta firme y cabal a las inquietudes que preocupan diariamente a los ciudadanos.

l- Dirse, la recién nacida y pujante Asociación Española de Directivos y Ejecutivos de RS, acaba de publicar el novedoso I Informe sobre la función de la RS en la empresa española, un estudio hecho con rigor académico para, sabiendo dónde estamos y de dónde partimos, trabajar en las líneas maestras que, con visión de futuro, nos permitan aplicar políticas para fomentar y desarrollar la RS en todo tipo de organizaciones, formando y dignificando a los que deben velar por su ejecución, los y las dirse. Si la estrategia es una respuesta global inteligente, las organizaciones deberían darse cuenta de que, si queremos conquistar el futuro, la RS no es parte de la estrategia, ni una mera táctica; la responsabilidad social es la estrategia misma, la única respuesta integral y adecuada para ese nuevo contrato social que tanto se demanda.

Sin estricta legalidadno puede hablarsede responsabilidad social,pero tampoco sin legitimidad

- Aparecen nuevos foros para el debate, el entendimiento y la discusión sobre temas relacionados con la RS. Por ejemplo, el I RSEncuentro nacional (Vila-real, 3-5 de abril), un evento que persigue el fomento de la corresponsabilidad y de la innovación y que nace con vocación de encuentro anual para los ciudadanos que, desde todos los ámbitos, se interesan por la ética empresarial y la RS. Una estupenda iniciativa donde se compartirán saberes, conocimientos y experiencias, y de donde saldrán interesantes propuestas.

Todo eso está muy bien, pero ¿para qué sirve realmente la RS?, como todavía se preguntan algunos, sobre todo muchos altos directivos que siguen pensando, aunque lo nieguen en público, que la RS es un ejercicio inútil que, eso sí, debe tolerarse dando la apariencia de que se practica con entusiasmo. Inmersos en el cortoplacismo y en la creencia de que lo financiero sigue siendo un fin en sí mismo, los que así piensan se equivocan y ponen en peligro el porvenir de sus organizaciones. Olvidan que la principal responsabilidad de la empresa, y de sus gestores, es cumplir el fin para el que fue creada, dando beneficios, creando puestos de trabajo dignos y, además, promoviendo la eficiencia, la competitividad y la innovación. Sin embargo, la empresa, y sus dirigentes, tienen otra responsabilidad y algún compromiso que va parejo y aún más allá del fundamental resultado económico: cualquier institución debe hacer posible esos compromisos en un escenario mucho más humano y habitable. Esa es, también, su responsabilidad y, sobre todo, su ineludible función social.

La política solo tiene sentido si juega el papel transformador que la sociedad le demanda

Hoy, y para eso sirve, la responsabilidad social de cualquier organización solo se comprende y solo se justifica desde la legalidad y desde la legitimidad, dos conceptos que, sin estorbarse, amparan y cobijan la actuación socialmente responsable de cualesquiera institución, organización o empresa, o de cualquier persona. Si lo que es conforme a la ley o está contenido en ella es la legalidad, ninguna institución puede reclamar para sí el título de socialmente responsable si, aun mínimamente, incumple la ley o cuantas obligaciones se derivan de ella. O si no tiene transparencia en su actuar o un comportamiento ético irreprochable. Sin estricta legalidad no puede hablarse de responsabilidad social, pero tampoco sin legitimidad, esa cualidad de lo que es conforme a una exigencia legal, a la justicia, a la razón o a cualquier otro mandato como, por ejemplo, un modelo de sociedad austero y ejemplar donde los valores éticos predominen sobre los mercantiles y donde el bien común sea el valor por excelencia.

Con ese telón de fondo, para ser mejores, la responsabilidad social debe conjugar, y para eso también sirve, una nueva forma de gestionar la empresa y las organizaciones de acuerdo con los nuevos roles y exigencias sociales, y con la búsqueda de valores y normas relativas a un aquí y ahora que nos ayuden a compartir –con el amparo de la ley– esos mismos valores que también nos legitiman: libertad, igualdad, fraternidad y compromiso ético y solidario.

Y, como los silencios ya no tienen huecos, la RS también debe servir, sobre todo, para fomentar el imprescindible diálogo con todas las partes interesadas; y el diálogo solo será posible, como escribió Camus, entre personas que, sin dejar de ser lo que son, buscan siempre la verdad.

 Juan José Almagro es Doctor en Ciencias del Trabajo y abogado

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