Putin y Obama agitan otra vez el tablero europeo
Como una cobaya. Así dice sentirse Vladimir Putin. “A veces, parece como si gestionaran un laboratorio y llevaran a cabo experimentos sin entender las consecuencias”, dijo el pasado martes el presidente ruso, en alusión a los países occidentales, durante su única rueda de prensa desde el comienzo de la crisis en Ucrania.
La respuesta de la administración Obama, responsable del laboratorio, no fue menos ácida. “Las invenciones de Rusia para justificar sus actos ilegales son la mayor obra de ficción en lengua rusa desde que Dovstoievski escribió que ‘La fórmula dos más dos igual a cinco no deja de tener su atractivo’”, señala el departamento de Estado estadounidense en un memorándum que detalla las 10 falsedades sobre la invasión de Ucrania que,según Washington, está propagando el Kremlin.
La agresividad del lenguaje evoca la guerra fría que se dio por terminada con la caída del muro en 1989 y la desaparición de la Unión Soviética dos años después.
Salvando las distancias de los cambios ocurridos en el último cuarto de siglo, ahora como entonces las dos superpotencias nucleares libran sus diferencias sobre el tablero del Viejo Continente, lo que coloca a la UE entre los tanques de Putin y la pared de una Casa Blanca que no permite recular.
La pieza en juego en esta ocasión se llama Ucrania, un país de población similar a España (45 millones de habitantes) pero cuyo Producto Interior Bruto apenas supone el 10% del español.
Para la UE no tiene un excesivo atractivo económico, salvo como país de tránsito del 20% del gas que se importa desde Rusia. Pero incluso esa función está en declive, tras la construcción del gasoducto del Báltico (Nordstream), que fue impulsada por Berlín para lograr un acceso directo al gas ruso, y los gasoductos en construcción a través del Mar Negro y Turquía.
Pero, desde el punto de vista geoestratégico, Ucrania supone una enorme visagra (un 20% más extensa que España) entre Rusia y el bloque europeo. Desde hace años, EE UU no oculta su intención de que el país se incorpore a la OTAN, al igual que Georgia, en el extremo oriental del Mar Negro. Y la UE ha diseñado el llamado Partenariado oriental, un rosario de acuerdos de asociación desde Bielorrusia a Azerbayán que podría privar a Moscú de su ya pequeña área de influencia en el continente europeo.
Para España, partidaria de evitar el choque con Rusia, el conflicto de Ucrania se debe en parte a la interpretación que Moscú ha hecho de los acuerdos. Y la solución, al menos en el caso de Ucrania, debería pasar, según Madrid, por revisar los términos del acuerdo comercial que la UE estuvo a punto de firmar hace tres meses con el gobierno de Viktor Yanucóvic. Putin frustró la firma en el último momento, por temor a que el acuerdo dañase la unión aduanera que Rusia pretende construir con sus antiguos satélites. Pero la irrupción del Kremlin desencadenó las protestas en la plaza Maidan que acabaron derrocando a su antiguo hombre de confianza en Kiev.
El Gobierno español considera que los acuerdos de Ucrania con Bruselas y Moscú deben hacerse compatibles, en contra del criterio defendido hasta hace poco por los expertos de la Comisión Europea. España recuerda que la UE firmó un acuerdo de libre comercio con México, sin que se pusiese en cuestión el que mantenía el país azteca con EE UU.
“Ucrania va a ser durante 25 o 30 años el puente entre la UE y Rusia, e interesa que ese puente esté expedito”, aseguraba el lunes el ministro español de Exteriores, José Manuel García Margallo.
La UE parece dispuesta a negociar con Moscú esa compatibilidad reclamada por España. Pero la escalada de tensión en Crimea, la república ucraniana que Rusia está a punto de anexionarse, puede desbaratar la solución amistosa.
Por lo pronto, la UE va a firmar con el nuevo primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, los capítulos políticos del acuerdo de asociación, sin esperar siquiera a las anunciadas elecciones en Ucrania del 25 de mayo. Esa rúbrica puede convertirse en el billete sin retorno de Ucrania hacia la UE, una hipótesis que podía provocar un choque sin precedentes entre Rusia y el club europeo.
EE UU considera que el riesgo merece la pena. Y tanto desde el equipo de Obama como desde su partido demócrata se alienta el giro europeo de Ucrania a base de declaraciones incendiarias que han llegado a comparar a Putin con Hitler. Europa observa el juego con preocupación por la respuesta del impetuoso presidente ruso. “Como si de cobaya a toro nada hubiera”, que decía Luis Martin Santos en Tiempo de silencio.
España queda en medio de dos fuegos
Dicen los expertos en política internacional que el conflicto en ciernes entre “Occidente” y Rusia será muy distinto a la guerra fría, si llega a materializarse. Y la razón, aducen, es que la globalización de los últimos 25 años ha profundizado los lazos comerciales y políticos que unen a unos países con otros, lo que aumenta el riesgo de daños colaterales en cualquier confrontación. Quizá la prueba más evidente sea España, geográficamente alejada de Rusia y uno de los pocos países europeos cuya dependencia energética no depende de Moscú. Aun así, el Gobierno de Mariano Rajoy no oculta su preocupación por un conflicto con epicentro en Ucrania pero que puede poner en peligro la reciente avalancha de inversión y turismo ruso que ha llegado a España. Solo en 2013, los dos consulados españoles en Rusia (Moscú y San Petersburgo) concedieron más de un millón de visado.
“Ucrania es Ucrania y Rusia es Rusia”, insisten en el Gobierno para intentar mantener separadas ambas relaciones., aunque la línea de demarcación se está diluyendo y el conflicto de Moscú con la UE va en aumento. El jueves, Bruselas suspendió precisamente las negociaciones con Rusia para un acuerdo de liberalización de visados. Y amenazó con congelación de cuentas a líderes rusos si Moscú no se sienta a negociar con el gobierno de Kiev.