Una negligencia benigna
Shinzo Abe puede darse el lujo de ignorar el desplome de las acciones japonesas. Eso es más fácil decirlo que hacerlo. La caída del 11% en el índice TOPIX desde finales de diciembre es una inversión no deseada del rally del mercado de valores que marcó el primer año de la campaña contra la deflación del primer ministro. También plantea sobre el país el espectro de unos precios de los activos más altos, que son críticos para sostener el consumo privado e impulsar la inversión empresarial.
Pero antes de Abe responda, tiene que prestar atención a lo que hay detrás de las caídas: el alza del yen. Durante gran parte del año pasado, las acciones se han movido en pegadas a la divisa. La apreciación del yen en lo que va del año ha sido un manejable 3,6% frente al dólar estadounidense. Cuando la Reserva Federal de Estados Unidos asustó a los mercados con toques de ajuste monetario el verano pasado el yen subió un 9% y las acciones cayeron aún más. En ese momento, la rentabilidad de los bonos a 10 años del gobierno japonés (JGB) aumentó hasta casi un 1%. Durante la reciente ola de ventas, los rendimientos de los bonos japoneses en realidad se han reducido al 0,61%, desde un 0,74% a finales de 2013.
El riesgo de que los mercados de activos pongan freno a las Abenomics con un voto de “no confianza” es mucho menor ahora que en mayo. Eso es porque los espíritus animales corporativos han revivido.
Las políticas del primer ministro se pondrán en duda si el Banco de Japón pierde el control de los tipos a largo plazo
Pero las políticas del primer ministro estarán en duda si el Banco de Japón (BOJ) pierde el control de los tipos de interés a largo plazo, o si un yen fuerte ahoga la inflación. Ahora, sin embargo, las expectativas de inflación a largo plazo se mantienen estables en el 1%, lo que sugiere la tasa libre de riesgo real es negativa. Ese es un poderoso impulso para una economía que intenta menospreciar la deflación. Si el aumento del impuesto de ventas en abril hace que el consumo se desvanezca, el BOJ todavía podría tener que intensificar sus estímulos. Pero gastar munición en los giros del mercado de valores sería contraproducente. Por ahora, la negligencia benigna es la mejor política.