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Columna
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Golpe de efecto del banco central turco

Tras una semana desordenada, el banco central de Turquía ha optado por un incremento masivo de los tipos de interés que clamará las preocupaciones sobre la independencia de la institución. El país puede estar sumido en una crisis política y gobernado por un primer ministro impredecible, pero al menos todavía tiene un banco central que hace lo que se supone que los bancos centrales deben hacer –preocuparse por la moneda–.

Hace una semana, la institución se negó a subir el precio del dinero y se embarcó en una intervención inútil en los mercados de divisas que solo agotó más sus reservas. Un comunicado de prensa nocturno anunció que todos los tipos de referencia se elevaban. Lo que importa para los bancos y la economía es que la tasa de financiación de facto se incrementó del 7,75% al 10%. Eso se traduce en un tipo de interés real de alrededor del 3%, lo suficientemente alto como para ayudar a controlar de nuevo la inflación.

Un precio del dinero más alto también puede reducir el crecimiento del PIB del 3,5% esperado para 2014. Pero por el momento una lira más fuerte ayudará a las empresas y a los bancos del país, muchos de los cuales tienen grandes deudas en moneda extranjera.

Si el movimiento de la institución tiene éxito, su impacto se hará sentir más allá de la frontera de Turquía

La determinación del banco central también tranquilizará a los inversores que más se preocupan por la economía turca: los que están dispuestos a permanecer a largo plazo.

Si el movimiento del banco central tiene éxito, su impacto se hará sentir más allá de la frontera: si el nuevo símbolo de la fragilidad de las economías emergentes puede hacerlo, entonces hay esperanza para el resto.

Pero incluso una subida de tipos masiva no puede por sí sola resolver los problemas del país. Solo pueden ser tratados por un gobierno estable, racional y previsible, como el que Turquía no ha tenido en los últimos meses. El movimiento sorpresa del banco central da al primer ministro Tayyip Erdogan algo de tiempo para enmendar su camino y centrarse en una agenda de reformas sensata. Ningún tipo es lo suficientemente alto como para atraer a la clase de inversores que Turquía necesita si el líder del país sigue pareciendo un paranoico.

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