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Columna
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La postal que no llegará a Brasil

Puede que la postal de Dilma Rousseff desde Davos no llegue a casa. En su debut en la reunión anual del Foro Económico Mundial, la presidenta de Brasil predicó al coro capitalista las promesas de la virtud fiscal, la estabilidad de precios y la privatización. Unas elecciones a la vista, sin embargo, probablemente significan harán falta más turbulencias en los mercados emergentes antes de que Rousseff realmente pueda llegar a ser menos populista.

Las caídas de las divisas en las economías en desarrollo de todo el mundo dieron a Rousseff un incentivo extra para golpear en las notas correctas en Davos el viernes. El real brasileño fue la cuarta divisa que más cayó durante la semana pasada, después del peso argentino, la lira turca y el rublo ruso. Otras bajadas amenazarán la estabilidad de precios.

Las credenciales de libre mercado afirmadas por Rousseff tienen algo de mérito. Durante el año pasado, su gobierno atrajo más capital privado para ayudar a la deteriorada infraestructura de la nación. Cinco subastas de carreteras y seis concesiones de aeropuertos obtendrán 20.000 millones de dólares para las arcas públicas, dijo Rousseff. Ella prometió que más tratos le seguirían.

Hay pocos indicios más allá de la retórica, sin embargo, de que Rousseff esté dispuesta a tomar medidas más dolorosas. No convencerá fácilmente a los inversores en lo referente a las finanzas públicas o a la estabilidad de precios. El gasto excesivo ha obligado al gobierno a relajar las metas fiscales en los últimos años. A pesar de algunos indicios en sentido contrario en Davos, Rousseff será reacia a abandonar tales estímulos antes de que los brasileños vayan a las urnas en octubre.

También hace falta un optimismo extremo para creer que Rousseff estaría dispuesta a recortar las generosas pensiones del gobierno, que se encuentran tras la tasa de ahorro interno ultra baja de Brasil. Y sin embargo, sin tales medidas, Brasil tendrá que luchar para aumentar la inversión sin llegar a ser peligrosamente dependiente del capital extranjero.

Aunque los banqueros brasileños en el Centro de Congresos alpino frotaran las manos tras las declaraciones de Rousseff, puede que se encuentren con que el discurso se quede en Suiza.

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