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La factura de Grecia le puede costar a España 6.650 millones de euros (como mínimo)

Tras el fracaso del primer rescate y la falta de resultados del segundo, Grecia reclama un borrón y cuenta nueva que permita al país librarse de los dictados de la troika. La limpeza le puede costar a la zona euro unos 52.900 millones de euros. Para empezar. Y a España, 6.650 millones. También para empezar.

El Gobierno griego de Antonis Samaras está empeñado en abrir un debate con el resto de la zona euro sobre la viabilidad de la deuda griega. Y la oposición (Syriza) va aun más lejos y plantea la convocatoria de una conferencia internacional para zanjar unos números rojos que condenan a los griegos a una dependencia permanente. Las dos vías apuntan en la misma dirección: hacia una solución definitiva que ponga fin a cuatro años de rescates infructuosos.

La fórmula más drástica pasaría por la condonación de una parte de la deuda, como se hizo con Alemania en 1953, cuando en el llamado Acuerdo de Londres se perdonó a Berlín el 50% de la deuda. Pero se trata de una solución traumática, con imprevisibles costes políticos y con difíciles obstáculos institucionales.

Ni el Fondo Monetario Internacional, que ha participado en los dos rescates (con más de 46.000 millones en total), ni el Banco Central Europeo, que compró bonos griegos (por un valor nominal de 33.900 millones de euros), parecen dispuestos a asumir pérdidas. La asunción de quitas también sentaría muy mal precedente para el fondo de rescate de la zona euro, cuyo prestigio ante los inversores internacionales todavía no está consolidado del todo.

Por eso se abren paso escenarios intermedios. Y por ahora, el eslabón más débil no es otro que el primer rescate (mayo de 2010-diciembre de 2011), financiado a base de préstamos bilaterales de los socios de la zona euro (con la excepción de la Eslovaquia, que se negó a participar) y del Fondo Monetario Internacional.

La disolución de la parte bilateral de aquel rescate liberaría a Grecia de 52.900 millones euros, entre ellos, los 6.650 millones de euros aportados por España. Aun sin reconocer la pérdida definitiva de esas cantidades, podría imponerse un período de reembolso prácticamente indefinido. En cualquier caso, durante mucho tiempo Grecia no estará en condiciones de devolverlo: tras sufrir una caída del PIB del 25%, adeuda 320.000 millones de euros, un 40% más que la próspera Austria. La mitad de esa deuda son letras a corto plazo. El resto se lo debe a la zona euro (40%) y al FMI (10%). Parece evidente de dónde vendrá el esfuerzo.

La excusa política para una condonación tácita de aquellos préstamos estaría servida, porque el primer rescate fue un absoluto fracaso, fruto de la urgencia y de la necesidad de evitar en Grecia una bancarrota que pusiese en peligro toda la zona euro. "Había que ganar tiempo", reconoció ayer mismo el comisario europeo de Economía, Olli Rehn, durante una comparecencia en Estrasburgo ante la Comisión de Economía del Parlamento Europeo para analizar la labor de la troika.

Pero ni siquiera ese borrón bastaría para que a Grecia le salieran las cuentas. Así que hay otras fórmulas en la calculadora, que podrían afectar a todo tipo de préstamos, como la cancelación de cualquier tipo de reembolso hasta que Grecia no alcance ciertas cotas de crecimiento o ciertos ratios de PIB/deuda, lo que liberaría a Atenas temporalmente de las obligaciones financieras con sus socios. Y esas obligaciones podrían pasar a un segundo escalón de prioridad si Atenas volviera a emitir en los mercados.

La solución se prevé complicada y plagada de costes políticos para ambas partes. Pero las opciones más suaves ya están en marcha o disponibles y no parecen ser suficientes. Estas han sido:

1) los socios de la zona euro (salvo los rescatados) le han rebajado a Atenas los tipos de interés de los préstamos bilaterales;

2) el fondo de rescate ha prolongado los plazos de reembolso (hasta 45 años en algunos casos);

3) los bancos centrales de la zona euro le están ingresando a Atenas los beneficios que obtienen con los bonos griegos que compraron;

4) el Eugrogrupo, además, ha autorizado al gobierno griego a recomprar parte de su deuda para ir reduciéndola;

5) y la zona euro se ha comprometido a mejorar las condiciones de sus préstamos a partir de junio de este año y a facilitar la absorción de los 24.000 millones de euros en fondos estructurales que Grecia tiene disponibles.

Nada de eso basta y Atenas ya no se conforma con esas mejoras y quiere una salida definitiva. Para la zona euro, con Irlanda y España fuera de peligro y Portugal en zona de calma, también parece el momento de resolver el problema de su principal talón de Aquiles.

"No estamos pidiendo una quita, sino un debate serio sobre la sostenibilidad de la deuda", señalaba la semana pasada el vicepresidente del Gobierno griego y ministro de Economía, Evangelos Venizelos, nada más asumir la presidencia semestral de la UE.

Y el debate que reclama Venizelos parece inevitable, toda vez que la deuda griega sigue sin tocar techo (roza el 170% del PIB) y que Atenas afronta en 2014 vencimientos de hasta 30.000 millones de euros. El objetivo de que Grecia vuelva a financiarse por sí misma en 2015 parece ahora mismo inalcanzable. Y la aprobación de un tercer rescate sin medidas de alivio solo serviría para mantener un cordón umbilical que ahoga tanto como alimenta.

Foto: lavacoches en un parking de Logroño (B. dM., 5-1-2014).

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