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España sigue fuera de la cúpula

La reputación de España en la escena internacional ha recuperado parte de la altura perdida como consecuencia de la crisis económica. Pero aún no ha sido suficiente para permitirle abrirse un hueco hasta la cúpula de la Unión Europea, donde la concesión de cargos se sucede sin tomar en cuenta siquiera a potenciales candidaturas españolas.

Francia se hizo a finales del año pasado con la dirección del Mecanismo único de supervisión, el poderoso órgano que desde Fráncfort vigilará a los grandes bancos de la zona euro. Y esta misma semana, Alemania ha vuelto a garantizarse un codiciado puesto en el Comité ejecutivo del BCE, donde la numero dos del Bundesbank sustituirá al alemán saliente, Jörg Asmussen.

El Gobierno de Rajoy ni siquiera ha entrado en la carrera por esos puestos. Fuentes gubernamentales atribuyen esa aparente indiferencia al hecho de que los socios europeos son conscientes de la infrarrepresentación de España y que próximamente compensarán por ello a la cuarta economía de la zona euro.

En los mentideros madrileños ya se relaciona esa compensación con el nombramiento de Luis de Guindos como presidente permanente del Eurogrupo. El ministro español dispone de bazas para lograrlo, como haber gestionado con éxito, desde el punto de vista de Bruselas, el rescate de la banca español. Pero caben varias precisiones a los pronósticos más optimistas.

La primera, recordar que en 2012 los socios europeos ya engatusaron al Gobierno español cuando se jugaba el puesto en la cúpula del BCE. Entonces se dijo que España ocuparía la presidencia del Eurogrupo o, como mínimo, la dirección del fondo de rescate de la zona euro. Cuando los trileros levantaron los cubiletes, los tres puestos (BCE, Eurogrupo y Mede) habían ido a parar a un luxemburgúes, un holandés y un alemán.

En segundo lugar, no debe olvidarse que la presidencia permanente del Eurogrupo ni siquiera existe todavía ni es seguro que se cree. El debate sobre su creación, según las fuentes consultadas no se resolverá hasta después de las elecciones europeas en mayo de este año. El proyecto prevé que el cargo lo ocupe un ex ministro de Economía, por lo que si las aspiraciones de Guindos se confirmaran, tendría que salir del Gobierno.

Y por último, si el puesto se crea finalmente, su adjudicación formará parte de la retahíla de cargos a repartir este año (presidentes de la CE, de la UE y del Parlamento europeo, alta representante de política exterior...). Y entonces entrarán en juego variables como el equilibrio geográfico, ideológico o de género que, en el último momento, pueden deparar alguna sorpresa desagradable incluso a los aspirantes presuntamente mejor colocados. Baste recordar que en la última lotería de ese tipo (2010) estaban en el bombo nombres como Felipe González, Tony Blair o Frank Walter Stenmeier y acabaron saliendo Herman Van Rompuy y Catherine Ashton.

Por eso, en lugar de limitarse a esperar futuras "compensaciones", el Gobierno debería reivindicar en Bruselas una cuota de poder acorde, como mínimo, a la disfrutada hasta recientemente. De lo contrario, en lugar de coger altura, España podría caer aún más.

En los mentideros de Bruselas ya se habla de relegar al futuro comisario español a una cartera de segundo orden, dado que en los últimos 15 años los comisarios españoles han ocupado puestos tan importantes como Asuntos Económicos y Competencia. Para evitarlo, el PP (y el resto de partidos) deberían empezar por elegir un cabeza de lista a las elecciones europeas con capacidad de convertirse en uno de los futuros comisarios de referencia.

Foto: el "ojo" de Zaragoza o noria al borde del Ebro (B. dM., 6-1-14).

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