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El Foco
Tribuna
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Las nuevas tecnologías son un complemento del papel

A lo largo de este año se han puesto en marcha distintas iniciativas por parte de empresas financieras, de telecomunicaciones y algunas administraciones para reducir el uso del papel en su actividad diaria como, por ejemplo, en las facturas.

Algunas de estas iniciativas, no tienen en cuenta que consumidores y usuarios –según un reciente estudio de la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes– prefieren en un 67,4% la factura en papel por razones como la comodidad, la seguridad y fiabilidad, la costumbre y la prevención ante posibles abusos en la Red. Muchas empresas, particularmente las telefónicas, no solo han promovido la emisión de facturas electrónicas, sino que han pasado mucho tiempo cobrando a sus usuarios por la emisión de facturas en papel al considerarlo un servicio adicional y no un derecho reconocido, una práctica que el Instituto Nacional de Consumo ha declarado abusiva.

La reciente reforma de la Ley de Consumidores y Usuarios aboga por el uso del papel como medio para proteger a los usuarios ante posibles abusos de las compañías. En particular, anula la validez de los contratos de servicios realizados por vía telefónica, otorgando validez a los mismos únicamente una vez que el usuario haya enviado a la compañía el contrato firmado en soporte papel. De la misma forma, la Ley de Comercio Electrónico especifica que todos los servicios contratados a través de Internet deben ser enviados a los clientes en papel.

Y es que las nuevas tecnologías simplifican muchos procesos y la burocracia y hacen más cómoda la vida de la mayoría de los ciudadanos, pero deben contemplarse siempre como un complemento al uso del papel y no como un sustituto.

Han pasado mucho tiempo cobrando a sus usuarios por la emisión de facturas en papel

Pretender eliminar por completo el uso del papel en ciertos sectores y servicios sería no sólo una limitación de los derechos de consumidores y ciudadanos, sino una utopía, pues hay una serie de razones por las que el papel difícilmente desaparecerá de sectores económicos como telecomunicaciones o finanzas:

El uso del papel está en la esencia de la industria. Y hay ciertas transacciones que siempre quedarán reflejadas en el papel, tanto por la practicidad que ello conlleva como porque culturalmente el uso del papel está estrechamente vinculado a la autenticidad y veracidad de los hechos que en él se registran: contratos, escrituras, certificados públicos, etc. Sin embargo, la generalización de herramientas como la firma digital permiten que parte de los procesos que conllevan estos trámites sean mucho más ágiles y cómodos. Al mismo tiempo, para documentos de menor importancia, estamos experimentando un cambio en el formato y el tipo de papel utilizado con las nuevas tecnologías. Así, está aumentando la tendencia a imprimir en casa las facturas en papel estándar y con impresoras domésticas en lugar de esperar que nos lleguen las facturas emitidas por el banco.

El acceso al papel no depende del acceso a las nuevas tecnologías. Pues aunque estas son cada vez más fiables, no garantizan un acceso al 100%. De hecho, España se encuentra por debajo de la media europea en penetración de Internet, tan solo un 69,8% de los hogares españoles dispone de conexión y un 73,4% tiene algún tipo de ordenador. Y es que tanto el precio como la falta de cobertura en algunas zonas hacen que sea un servicio que no todos los ciudadanos tienen a su alcance. Si a esto añadimos que un importante número de usuarios de este tipo de servicios que sigue prefiriendo el uso del papel para dar constancia e informarse del estado de sus cuentas, el gasto mensual de los servicios contratados o sus comunicaciones con la administración, es ineludible que, al menos de momento, el formato electrónico no puede sustituir al papel.

Los servicios telemáticos están lejos de igualar al papel como elemento estándar en certificar la autenticidad y validez de ciertos hechos. De hecho, existen numerosas leyes, como la Ley Notarial, que obligan a garantizar que los ciudadanos estén informados de determinados hechos y para ello exigen el uso del papel, ya sea para la compraventa de inmuebles, registro de personas o simplemente para la distribución de los listines telefónicos.

Tan solo un 69,8% de los hogares españoles dispone de conexión y un 73,4% tiene algún tipo de ordenador

A estas razones habría que añadir una razón cultural de mucho peso, la misma por la que nadie duda de que las nuevas tecnologías nunca suplantarán por completo a los libros, las revistas, los diarios, por muy grande que sea el cambio en los hábitos de los lectores como muestra el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de 2012. Y es que somos personas de costumbres y, por ello, todo lo que es importante en nuestras vidas aún permanece en papel. Desde los certificados de nacimiento y defunción o nuestros pasaportes hasta las imágenes más significativas de nuestra vida (bodas, nacimientos, etc.), necesitamos que cada documento importante sea tangible y no solo tenerlo almacenado en soporte digital.

Por todo ello, desde el sector entendemos que las nuevas tecnologías deben contemplarse como un complemento perfecto al uso del papel, pero presentarlas como un sustituto no sólo no es práctico, sino que en algunos casos podría tratarse de una práctica de greenwashing si no hay unos estudios previos que lo avalen.

No obstante, si bien el uso del papel no debe ni puede eliminarse por completo, sí es cierto que desde la industria del papel y de algunas empresas abogamos por el uso del papel con un origen legal y cuya certificación sea garantía de que para su obtención se han cumplido con todas las leyes locales e internacionales que velan por la protección del medio. Esto es un deseo de la industria y una realidad, pues a las certificaciones existentes, se suman normativas internacionales como la ley EUTR (European Union Timber Regulation) que entró en vigor el pasado mes de marzo y, para mayor garantía, los acuerdos bilaterales de la Unión Europea con los países importadores de papel. Éste es el caso de Indonesia, que ha firmado recientemente un Acuerdo de Asociación Voluntaria (AAV) por el que la certificación SVLK será considerada tan fiable como cualquier certificación europea, confirmando que Indonesia es uno de los países productores de papel cuyas prácticas en esta industria cumplen los estándares que exige la legislación europea.

Liz Wilks. Directora Europea de Sostenibilidad de Asia Pulp & Paper

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