¿Reforma energética o más de lo mismo?
Según la RAE, una de las acepciones de reforma es la acción de rehacer y, teóricamente, este debería haber sido el objetivo del Ministerio de Industria cuando en julio y agosto pasados modificó una vez más la legislación energética realizando un nuevo reparto del coste de los peajes de acceso para reducir el déficit tarifario acumulado.
Sin embargo, ¿realmente estamos atajando el problema? La solución salomónica del Ministerio ha sido distribuir este agujero económico entre Estado, empresas y consumidores o lo que es lo mismo, subir de nuevo unos precios que ya superaban para las industrias –antes de la última modificación de las tarifas- en más de un 20% la media de los costes de los países de la Unión Europea y en más de un 30% para el uso doméstico. Es decir, más de lo mismo: incremento de los costes regulados de las tarifas para tener seguridad de cubrir el déficit, con independencia del consumo y de los costes variables de la energía, y sin analizar los posibles efectos sobre los sectores de consumo estacional como los regadíos.
Lo cierto es que los regantes venimos soportando una subida media del coste total en la factura eléctrica final del 70% en los últimos seis años con la excusa del déficit de tarifa. Con la nueva reforma, asumiremos otro incremento medio del 16% en la factura, lo que se traduce en un sobrecoste de unos 100 millones al año en costes energéticos para el sector agrario, haciendo inviable gran parte del regadío modernizado por ser de presión.
¿Hasta cuándo los consumidores tendremos que seguir pagando los errores de una política energética inadecuada cuando lo lógico sería cambiarla en lugar de parchearla? Los usuarios estamos pagando que al Ejecutivo no le salgan las cuentas por fallos políticos derivados, por ejemplo, de sobrestimar una demanda que finalmente ha resultado ser un 30% inferior a la prevista debido a la crisis o también, por qué no decirlo, de primar la producción de renovables y la cogeneración por el hecho de que estaban de moda hace casi una decena de años.
No consigo entender por qué el saneamiento de la economía de las eléctricas debe hacerse a costa de comprometer la de los ciudadanos e industrias del país, que están perdiendo competitividad por unos costes energéticos inasumibles. Quizás habría que haber empezado analizando los costes reales de las productoras de energía y las ayudas que reciben de la Administración; unas denominadas primas y otras muchas, encubiertas, pues a pesar del déficit siguen teniendo algunas –las clásicas-, sustanciosos beneficios.
Recientemente la CNC reconocía que esta reforma no resolvía errores básicos del sistema eléctrico español como por ejemplo su carácter oligopolístico. A mi modo de ver, se echa de menos una mayor atención a la regulación del autoconsumo que, sin duda, sería una buena iniciativa para presionar a la baja los precios, sin poner trabas legales e impuestos adicionales a la producción de energía distribuida en las zonas regables para autoconsumo. Muchos expertos hablan de que no existe un déficit, sino un superávit de retribuciones a las centrales hidroeléctricas, nucleares y ciclos combinados, financiados con el término de capacidad que se incluye en la tarifa que pagan los usuarios.
Sea como fuere, lo que urge es un sistema eléctrico con mayor transparencia que realmente pueda llevar a cabo un abastecimiento de la energía a menor precio sin depender tanto de recursos del exterior. Hay que apartar tanta opacidad, tanta sobrerremuneración inadecuada y apoyar la producción de renovables sobre firmes criterios técnicos.
El objetivo debe ser hacer prevalecer los intereses generales. Desde Fenacore insistimos en la necesidad de un escenario tarifario competitivo y justo, que no merme la actividad de sectores como el agrario en beneficio de otros, por muy influyentes que sean. Solicitamos una justa y equitativa distribución de los costes energéticos, no una simple subvención.
Sin duda, debe considerarse injusta y discriminatoria la modificación realizada (Orden IET/1491 de 1 de agosto 2013). No se puede cargar sobre los consumos estacionales, como los regadíos, los sobrecostes del déficit para incentivar los consumos industriales que utilizan la energía de un modo regular y sin oscilaciones en las necesidades de potencia. Además de los regadíos, que pueden resultar inviables, afectará también gravemente a otros sectores de producción temporal.
Andrés del Campo. Presidente de la Federación Nacional de Regantes (FENACORE)
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