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Columna
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Evitar la tentación en Tailandia

La resolución del estancamiento político de Tailandia está haciendo que los inversores sean cautelosamente optimistas. Pero cualquier esperanza de que las encuestas recientes proporcionen una solución duradera a la crisis de liderazgo del país es prematuro.

Yingluck Shinawatra disolvió ayer el Parlamento, tras unas protestas que han durado un mes en contra de su gobierno y la amenaza de renuncia masiva de los legisladores del Partido Demócrata de oposición. Las elecciones podrían otorgar un nuevo mandato a la sitiada primera ministra, acusada por sus detractores de gobernar una administración títere en nombre de su hermano Thaksin, derrocado como en un golpe de estado en 2006.

El último enfrentamiento comenzó cuando el gobierno presentó un proyecto de ley que habría allanado el camino para el regreso de Thaksin del exilio. Los demócratas quieren que cumpla su condena de 2008 por corrupción –o que no vuelva–. Sin embargo, la élite urbana de Bangkok a la que el partido representa no puede desterrar a Thaksin de la política ya que los agricultores pobres del noreste de Tailandia lo ven como su mesías. Unas elecciones no resolverán estas diferencias: hay el doble de personas en el noreste que en la capital.

Tailandia ha vivido un período de relativa estabilidad desde 2011. El baht se incrementó en un 11% frente al dólar entre junio de 2012 y abril de 2013. Sin embargo, la economía ha ido perdiendo competitividad debido a un tipo de cambio real sobrevalorado y a que el crecimiento se está desacelerando bajo una abultada deuda de los hogares. El banco central recortó recientemente sus tipos de interés al 2,25%. Puede que no sea capaz de estimular la economía mucho más sin avivar las preocupaciones sobre la estabilidad financiera.

Las preocupaciones son reales. Los inversores extranjeros poseen el 18% de los bonos del gobierno del país, frente al 11,5% que tenían a finales de 2012. Cuando la Fed comience a poner fin al exceso de oferta de dólares baratos, los inversores deben ser cautelosos con el débil atractivo de Tailandia. Puede que un día agricultores y urbanitas sean capaces de enterrar el hacha de guerra política. No lo harán en las urnas –al menos, no esta vez–.

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