Merkel muta otra vez para intentar aguantar cuatro años
Mamá, ¿un hombre puede ser canciller?” La pregunta, de una niña alemana de ocho años, aparecía recogida el mes pasado en una crónica del The New York Times. Y refleja con claridad que para una parte de la población alemana, sobre todo la más joven, el nombre de Angela Merkel es sinónimo de poder. La primera canciller de la historia de Alemania lleva ya ocho años ininterrumpidos al frente del Gobierno. Y tras el acuerdo logrado la semana pasada con los socialistas del SPD, Merkel parece dispuesta a aceptar cualquier cosa con tal de iniciar un tercer mandato el próximo 19 de diciembre.
Aun antes de comenzarlo, sin embargo, ya han surgido las primeras dudas sobre si la alianza entre la CDU(conservadores) y el SPD está suficientemente cohesionada para aguantar los cuatro años de la legislatura. Para ponerse en marcha solo le falta el voto favorable de los militantes socialistas (el 14 de diciembre). Si la ratificación se produce, como todo indica, Merkel presidirá antes de fin año la tercera Gran Coalición en la historia de la Alemania moderna.
La fórmula dio buenos resultados en las dos anteriores ocasiones, sobre todo, la de 1966-1969. “En un año, la alianza permitió resolver más asuntos importantes que en toda una legislatura de los anteriores gobiernos federales”, recuerda el vicepresidente de aquel ejecutivo, Willy Brandt, en su libro La paz en Europa. Esta vez, sin embargo, la historia no está condenada a repetirse.
El acuerdo de coalición, más de centenar y medio de páginas negociadas durante dos meses, está plagado de vaguedades e inconcreciones. Una prueba, según los analistas, de que el SPD y la CDU no han encontrado un terreno común y firme sobre el que apoyarse. Sobre Europa, eje inevitable de la política alemana, “no hay calendario concreto ni orientación específica”, reseña Timo Albert, en un análisis publicado por el centro de estudios Open Europe en Berlín.
La canciller cede, pero hay dudas sobre la fortaleza de la gran coalición
En los próximos meses, la Gran Coalición deberá lidiar con tareas tan cruciales como la creación del Mecanismo europeo de resolución bancaria, la puesta en marcha del Mecanismo europeo de supervisión y la negociación del tercer rescate de Grecia, incluida, tal vez, la reestructuración de su deuda. La posición de la Coalición en esos asuntos sigue siendo una incógnita para Bruselas y tanto la CDU como el SPD no parecen interpretar lo pactado del mismo modo. “La única noticia buena para la próxima legislatura es que se ha neutralizado a la CSU”, señala una fuente comunitaria en alusión al partido hermano de la CDU en Baviera, mucho más intransigente en asuntos europeos que sus colegas del norte.
A favor de la supervivencia de la coalición también parece jugar la ausencia de una oposición fuerte. Tras la salida del Bundestag de los liberales (FDP) y el fallido intento de los euroescépticos por entrar (AfD), en el hemiciclo solo se sentarán, además de los dos grupos del Gobierno (con 547 escaños en total), la izquierda de Die Linke (64 escaños) y los Verdes (63). El reparto, sin embargo, podría convertirse en un boomerang, porque la abrumadora mayoría parlamentaria no se corresponde con el porcentaje de población representada por los dos grandes partidos. Un intelectual tan influyente como Günter Grass advertía la semana pasada que la fórmula puede causar un grave daño al sistema político y recomendaba a ambos partidos que renuncien a la Gran Coalición.
No parece que el consejo de Grass vaya a tener efecto. Merkel ha demostrado desde su primera victoria en 2005 una habilidad camaleónica para adaptarse a la aritmética parlamentaria de cada momento. Tras un primer mandato en coalición con el SPD (en el que llegó a ser calificada de Miss Europa) abrazó durante el segundo la agenda más euroescéptica de los liberales, una opción funesta para Europa porque coincidió con la primera gran crisis del euro.
Ahora volverá a gobernar con los socialistas a cambio de aceptar medidas tan contrarias al programa de la CDU como la creación de un salario mínimo (8,5 euros a la hora) o el reconocimiento de la doble nacionalidad a los alemanes de origen extranjero. El presunto giro a la izquierda de la canciller ha provocado indignación entre los conservadores, dentro y fuera de su país. Para Merkel, sin embargo, solo es ora mutación más para sobrevivir. Y para los alemanes nacidos después de la caída del muro, la confirmación de que se pasarán toda su juventud con Merkeleon como canciller.