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Editorial

Signos de mejora, tareas por delante

La economía española avanza en su lento proceso de deshielo. El tercer trimestre del año se ha saldado con un crecimiento del 0,1% del PIB, frente a la caída también de una décima del trimestre anterior, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Pese a que en términos anuales la tasa de actividad continúa siendo negativa, el retroceso se ha moderado y todo apunta a que España despedirá el año con más signos de recuperación. La radiografía de este cambio de tendencia incluye indicadores de actividad que arrojan tasas positivas y otros que moderan su, hasta hace poco aparentemente imparable, ritmo de caída. Un cuadro de mando que, en conjunto, registra un suave, pero continuo avance hacia el final de la crisis.

La reactivación de la demanda interna es una de las piezas claves para consolidar esa tendencia. El consumo de los hogares ha registrado la primera tasa positiva desde el primer trimestre de 2012 –en términos intertrimestrales–, así como la caída más moderada en año y medio en términos anuales. Esa mejora tiene una trascendencia notable, dado que el gasto de las familias constituye uno de los grandes pilares de la demanda interna. El otro, la inversión, se ha reactivado también durante este tercer trimestre y ha moderado su caída en términos anuales. Todo ello significa que la máquina comienza a engrasarse y a generar signos de recuperación en las distintas ramas de actividad. Ese proceso de reanimación de la demanda resulta fundamental para la mejora del mercado laboral y la dura tarea de comenzar a absorber la enorme masa de desempleados que ha generado la crisis, un proceso que será lento y difícil, pero imprescindible para admitir que esta se acaba.

No todos los indicadores macroeconómicos son tranquilizadores. La remuneración de los trabajadores asalariados sigue cayendo, pero la media por asalariado repunta ligeramente, lo que supone una advertencia sobre la evolución que podrían seguir los sueldos en los próximos meses. También es necesario vigilar los indicadores de gasto público y no cometer el error de levantar el pie del pedal de freno antes de tiempo. Más aún cuando se anuncia una posible rebaja fiscal –que afectará a los ingresos públicos– para estimular la actividad el año próximo.

En la coyuntura histórica que vive España, al borde de la recuperación económica y con la mitad de la legislatura ya consumida, flexibilizar la política de austeridad podría constituir una fuerte tentación. Precisamente por ello, resulta vital insistir en que el país ha superado la peor parte de la crisis, pero que todavía no la ha dejado atrás. El Gobierno ha tomado hasta el momento decisiones impopulares, difíciles y necesarias. Y tendrá que seguir tomándolas, a menos que quiera correr el riesgo de que la reactivación se quede en una mejora puramente coyuntural.

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