Del desempleo en el ladrillo al respiro de la geotermia
El sector se enfrenta al reto de formara los reciclados de la construcción para garantizar la calidad de las instalaciones
El ladrillo se sigue buscando la vida para recuperarse del batacazo que ha dejado la crisis económica en la construcción. Rehabilitación energética de edificios, reciclaje de residuos, instalaciones de biomasa o de geotermia son algunas de las exiguas salidas del momento.
De lo poco que sale como nueva construcción, algunos promotores ya tienen en cuenta el aprovechamiento del calor terrestre para calefacción o climatización, por aquello del ahorro de energía y de dar valor añadido a sus promociones, ahora que es obligatorio incluir un certificado energético, como el de las lavadoras, en las viviendas nuevas.
El problema que se está encontrando el sector de la geotermia, que ya representa una alternativa al gasoil, al gas y a la electricidad para calentar y enfriar edificios, es que los recién llegados no siempre están formados para garantizar una óptima calidad de las instalaciones.
“Para que el rendimiento de la geotermia genere ahorro en la factura, hay que conocer muy bien el terreno, saber a qué profundidad perforar, es un sector complejo y delicado”, comentan en esta creciente industria.
Una óptima instalación de geotermia somera, como se conoce el aprovechamiento del calor terrestre a poca distancia del suelo, se amortiza en un periodo de entre siete y diez años, con un ahorro estimado medio del 30% en el recibo de gas y de luz, en función del tipo de vivienda.
Prácticamente toda la geografía española emana este calor a escasos metros de la superficie, lo que está ayudando a la producción sin las subvenciones que hasta ahora recibían estas instalaciones, del Estado y de las comunidades autónomas.
Pero ante la escasa regulación del sector, que además avanza casi a ciegas sobre su potencial al no existir un registro nacional de instalaciones térmicas, la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) ha creado un sello de calidad, el cual fija nada menos “que las actividades comerciales tienen que desarrollarse de manera responsable, competente y honesta y que los asociados han de defender la integridad del sector español de la geotermia”.
La iniciativa estará acompañada de ciclos de formación para instaladores, arquitectos, geólogos y otros gremios que participan en los proyectos.
País Vasco y Cataluña siguen dando ayudas a esta tecnología, que tiene su ejemplo de éxito más flamante en el Hospital Sant Pau de Barcelona, un edificio modernista de los años treinta patrimonio mundial de la Unesco.
Un 30% de ahorro
Aprovechar el calor terrestre para calentar y enfriar edificios supondría un ahorro del 30% de media en el recibo eléctrico (climatización) y de gas (calefacción).
Por cada cuatro kilovatios de electricidad, el usuario solo gasta uno, los tres restantes los pone el vapor de agua.
La fundación privada Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, propietaria del complejo, que ocupa nueve manzanas del ensanche barcelonés, ha sido rehabilitada con geotermia para evitar cualquier impacto que dañara el edificio en su búsqueda de ahorro de energía.
La otra batalla de la geotermia es ocupar un hueco en la generación de electricidad por ser barata y estable, con plantas hasta tres veces más pequeñas que cualquier estación de gas. Según cálculos de APPA, el sector crecerá en Europa de los 1,6 GW instalados en 2011 hasta los 2,6 GW en 2015. Pero España no es Islandia, cuyo suelo está repleto de chimeneas humeantes de vapor de agua a escasos centímetros del suelo volcánico.
La hidráulica y la geotermia proporcionan el 85% del consumo energético de la isla, gracias a unas condiciones geológicas idóneas por la dispersión de volcanes. Islandia tiene seis centrales eléctricas en zonas donde el suelo emana vapor de agua a 200 grados.
Pero aquí, el uso del calor terrestre para electricidad significa invertir sumas millonarias en tecnología solo para saber dónde está el recurso. En esta fase se encuentran los escasos proyectos en marcha en Galicia y Canarias, una de las favoritas para sustituir la quema de carbón, petróleo y gas en la producción eléctrica.