_
_
_
_
_
Secretos de despacho

El espíritu de la Armada en Clarke, Modet & Co

Alejandro Klecker dirige una firma por la que ha pasado la historia industrial de España Apuesta porel trabajo en equipo. “No nos gustan los tenores ni las ‘prima donnas”

Alfonso Simón Ruiz

Entrar a Clarke, Modet & Co es como un viaje en el tiempo en el que disfrutar de los inventos que han ido cambiando la industria española desde el siglo XIX. En una de sus salas, las estanterías rebosan de encuadernaciones enciclopédicas de todas las patentes que han ido pasando por la firma, encargada de gestionar esas invenciones desde que fuera fundada en 1879 en Madrid.

“Hay verdaderas joyas, como la bombilla de Edison o el neumático de Goodyear, que tiene una bonita historia. La mujer de este químico estaba harta de los olores de los experimentos de su marido y tiró a la chimenea algunas pruebas. De allí surgió el proceso de vulcanización”, cuenta Alejandro Klecker (Madrid, 1960), director general de Clarke, Modet & Co desde 1998.

Cerca de la sala enciclopédica de las patentes se encuentra el despacho de Klecker. Entrar en su territorio da otra sensación. Allí la simbología traslada al mundo patriótico de la Armada: barcos, litografías, una bandera de España, una foto con el Rey. Y es que este politólogo y experto en innovación también es oficial en la reserva de la Armada.

Su apellido es de origen austriaco. Su abuelo llegó a España como director general de Crédit Lyonnais en 1934. Y aquí se quedó. El director general de Clarke estudió en Madrid y se doctoró en la Universidad Pontificia de Salamanca. Pero ingresó como voluntario en las Fuerzas Armadas. “Fue una etapa muy interesante. Me tocó vivir la instrucción del golpe del 23-F dentro del Consejo Supremo de Justicia Militar. Fue una muy buena experiencia judicial y humana. Vi el proceso de democratización del Ejército desde dentro”, relata.

Aunque su especialidad es la historia de la Armada. Sigue siendo oficial en la reserva, en el Instituto de Historia y Cultura Naval, y pertenece también a la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile. “Sacrifico mis vacaciones para realizar estos estudios”, comenta, que van desde las expediciones de Blas de Lezo en el siglo XVIII hasta preparar el quinto centenario de la circunvalación del globo por Juan Sebastián Elcano.

Frente a su robusto escritorio, que ha servido a cinco generaciones de directores generales en la firma, descansa en un mueble auxiliar una maqueta del acorazado japonés Mikasa, protagonista de la guerra ruso-japonesa de principios del siglo XX. Junto a él, una foto saludando a don Juan Carlos, que le recibió como miembro del patronato de la Fundación Cotec, y otra rindiendo honores a la bandera 25 años después de su jura.

Otra rojigualda se erige en su escritorio, junto a un pequeño barco, frente a una ventana que da a la bandera más grande del país, la de la plaza de Colón. En la pared, detrás de la mesa, cuelgan dos litografías de buques del siglo XVIII. Y junto a ellas, una foto donde aparece delante de una avioneta. “Fue una broma de iniciación de un coronel de la patrulla acrobática de Chile, con el que tuve que hacer un vuelo”.

En la estantería, junto a la puerta, entre informes y archivadores, muestra una foto de cuando el Jefe del Estado Mayor de la Defensa le entregó la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco. “Estoy muy orgulloso de eso, más cuando realizo esa actividad de forma desinteresada”.

Sobre las estanterías descansan multitud de informes. “Reservo hora y media todos los días a leer aquí sobre gestión empresarial, modelos de liderazgo, tendencias tecnológicas y sobre I+D. Y en casa continúo con novela, sobre todo histórica”. Su día a día comienza a las 8.00 horas. La mañana la dedica al negocio español y las tardes, a las filiales de América Latina. No le gusta “el modelo de horario absurdo español de dos horas de descanso para comer”. De sus colaboradores cercanos busca “valores humanos”, “compromiso ético”, innovación y el trabajo en equipo: “No nos gustan los tenores ni las prima donnas”.

“Los recortes en I+D son un error mayúsculo”

La firma está orientada desde su inicio a la gestión de patentes y servicios de propiedad intelectual. Fue fundada hace 134 años por el industrial Albert Clarke; Fernando Modet y Almagro, conde de Casa Eguía, y José Gómez-Acebo y Cortina, quien fuera ministro de Fomento en el siglo XIX. Pertenece a la familia Gómez-Acebo y a los Pombo, que entraron décadas después en el accionariado. Desde temprano, la gestión diaria corre a cargo de directivos profesionales externos.

Desde que Klecker llegara a la empresa hace 15 años, su apuesta ha sido salir al exterior (hoy la firma cuenta con 10 compañías y 32 oficinas en Latinoamérica), ampliar la red de sedes en España e innovar en productos y servicios para las empresas, ejerciendo de bróker tecnológico. Asegura que estos nuevos productos y la salida a otros países han permitido mantener, e incluso incrementar, la facturación en plena crisis. Gestionan alrededor de 3.000 nuevas patentes al año.

Cree que uno de los posibles negocios del futuro es ayudar a los centros públicos de investigación a licenciar más: “Las universidades patentan muy poco y no saben acercarse al mercado. Podemos ayudarlas”. Y el sector privado también se muestra rezagado, “le cuesta poner en papel la I+D” y buscar inversores. “La gran asignatura pendiente de la empresa española es la innovación vía patentes”. Además, es muy crítico con los ajustes del Gobierno en investigación: “Los recortes son un desastre, un error mayúsculo”.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

Archivado En

_
_