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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Draghi, contra amenazas a la recuperación

Solo un escaso puñado de expertos esperaban el movimiento de tablero que ayer anunció el Banco Central Europeo (BCE). La entidad presidida por Mario Draghi sorprendió a los mercados al adelantar una decisión que se esperaba, en principio, para el mes de diciembre. El anuncio del recorte de los tipos de interés en un cuartillo, hasta el 0,25%, marca un nuevo mínimo histórico y lo hace en un intento de frenar la presión a la baja que están experimentando los precios en la eurozona. Como Draghi recordó ayer durante el turno de preguntas, los padres de la institución tuvieron muy clara la conveniencia de estabilizar la inflación en torno al 2%. Ello significa sin duda adoptar medidas para no superar ese porcentaje, pero implica también adoptarlas para no quedarse muy por debajo. Pese a explicar la decisión con ese argumento, el BCE descarta la posibilidad de que la economía europea deba prepararse para un periodo de deflación; esto es, para una caída de precios que afecte de forma generalizada y sostenida a una buena parte de los bienes del mercado. Pese a rechazar que Europa esté cerca de esa situación, la decisión sobre los tipos evidencia el temor de que la recuperación económica en la zona euro sea frenada por la caída de los precios. Un problema que se suma a la lacra del desempleo y a un sistema crediticio que todavía está lejos de funcionar con normalidad.

Las razones de la rebaja del precio del dinero apuntan también en otra dirección: la necesidad de poner coto a la fuerte escalada del euro, cuya apreciación podría perjudicar seriamente al sector exportador europeo y lastrar la recuperación. Con una moneda europea que ha llegado a alcanzar una equivalencia de 1,38 con el dólar resulta muy difícil librar la batalla de la competitividad. En ese sentido, la rebaja es especialmente importante para la economía española, cuyo sector exterior se ha convertido en uno de los escasos motores en funcionamiento –y de buen funcionamiento– de la actividad. La respuesta del euro al anuncio de Draghi se tradujo ayer también en una caída inmediata del 1,5%.

El hecho de que la decisión del BCE llegue solo un día después de que la Comisión Europea haya rebajado las previsiones de crecimiento de la Unión Europea constituye otra señal de advertencia. El empeoramiento anunciado por Bruselas –que en la práctica se traduce en un retraso de un año en las predicciones de reactivación– apunta a la necesidad de mantener la guardia alta en materia de política económica. Aunque es cierto que la rebaja de tipos beneficiará a aquellas familias y empresas en situación de endeudamiento, también lo es que la medida tendrá un impacto relativo en la esperada normalización del mercado de crédito y que no resolverá por sí sola las disfunciones en materia de financiación. Como reiteraba ayer el presidente de la autoridad monetaria de la Unión, la fragilidad de la economía europea exige que los Gobiernos continúen aplicando las medidas adoptadas hasta el momento. Exige también continuar ajustando los desequilibrios presupuestarios y exige además seguir adelante con reformas estructurales que agilicen la actividad económica.

La decisión de prorrogar la barra libre de liquidez al sistema financiero hasta 2015 demuestra que el proceso de fortalecimiento de la banca sigue en marcha y que las disfunciones en el mercado del crédito –fundamentalmente la fragmentación y el encarecimiento financiero que ello supone para algunas economías– es una tarea prioritaria. Las facilidades de liquidez puestas en marcha para alimentar las necesidades de la banca no dejan de ser muletas para un mercado que ha dejado de funcionar de forma eficiente. No en vano, hasta que el crédito vuelva a fluir con normalidad y a irrigar con igual intensidad todas las economías comunitarias, Europa no conseguirá apuntalar y consolidar su recuperación. Mientras ese proceso se lleva a cabo, cada Gobierno debe seguir haciendo la parte del trabajo que le ha sido encomendada. En el caso de España, esa labor pasa por continuar avanzando hacia el ajuste fiscal, mantener el programa de reformas estructurales y estimular –en lo posible– los primeros atisbos de actividad.

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