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Columna
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#Lecciones aprendidas

La salida a bolsa de Twitter se está convirtiendo en el yin del yang de Facebook. La oferta pública de venta de la red social de Mark Zuckerberg en 2012 fue un fiasco. Twitter ha manejado cuidadosamente las expectativas. Pero ambos son una curiosa mezcla de cinismo y confianza –redistribuida entre banqueros, patrocinadores, ejecutivos y potenciales inversores–. Sin embargo, en los casos de OPVs hinchadas, todos parecen más cómodos reaccionando a la historia reciente.

La llegada de Facebook al Nasdaq fue un desastre y la acción rápidamente perdió la mitad de su valor. La salida a bolsa de Twitter ha sido más bien ajustada para gratificar a los nuevos compradores. Los patrocinadores no están vendiendo títulos, por lo que todo el dinero recaudado impulsa las ambiciones de Twitter. El crecimiento se está acelerando, y el aumento del número de dispositivos móviles sopla a favor de Twitter.

El despliegue publicitario de la venta es comparativamente menor, ya que tiene menos de un cuarto de los usuarios que Facebook tenía cuando salió a bolsa.

Las diferencias no son casualidad. La salida a bolsa de Facebook logró el objetivo a corto plazo de aumentar la cantidad máxima de dinero para los primeros patrocinadores. Pero dañó la reputación de la empresa, dejó a los empleados desmoralizados y persuadió a muchas compañías de alta tecnología para seguir siendo privadas. El tiempo borró el dolor, ya que la compañía descubrió el móvil. Un año después de su debut, la acción marcó un nuevo récord.

El enfoque de Twitter beneficia con mayor claridad a los potenciales inversores. Si será sensato para sus dueños anteriores es incierto. Twitter no es rentable, por lo que su valoración depende el crecimiento y la opinión futura. Si el negocio se aclara o los inversores se desencantan, el valor podría caer antes de que los que lo han apoyando durante más tiempo recojan sus beneficios –dejando otra lección para la próxima gran salida a bolsa.

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