La alquimia de las previsiones y la realidad
La economía española está enviando en las últimas semanas las señales características de todo periodo de cambio de ciclo, de trance macroeconómico en el que conviven, y hasta parece que compiten, las pistas optimistas y las pesimistas sobre la actividad económica. Aunque es algo que ocurre más habitualmente que en los puntos de giro de los ciclos, en octubre se ha contabilizado un fuerte aumento del desempleo registrado y un fuerte aumento del número de cotizantes a la Seguridad Social, de nueva contratación para decirlo lisamente. Un análisis más profundo de los datos permite constatar un comportamiento muy positivo del mercado de trabajo, un movimiento que muestra que podría estar consolidándose el anhelado cambio de tendencia.
Para empezar, hoy hay menos desempleados registrados en las oficinas públicas que hace 12 meses, circunstancia que no ocurría desde que se inició la crisis, y este es el primer año en el que el descenso del desempleo en los meses coyunturalmente buenos supera el que se registró en el último ejercicio de bonanza, allá por 2006. La Seguridad Social da señales aún más sólidas: dos meses consecutivos de avance desestacionalizado en la afiliación, y tres meses si nos ceñimos a los asalariados (cinco sextas partes del total) o al sector servicios, el más abultado de la economía. Persiste la destrucción de empleo interanual medida por el número de cotizantes, pero cierto es que la tasa de descenso interanual tiende a la estabilización a marchas forzadas, y seguramente, de confirmarse la tendencia, nada más comenzar la primavera habrá aumento neto del empleo.
Todos estos datos conforman la realidad, y tocan directamente a la gente; a la escasa que marginalmente ha encontrado empleo y a la que lo tiene y de forma subterránea va perdiendo el miedo a quedarse sin él. Consolidar tales tendencias sería recoger en la economía real los indicios que ya se producen en los indicadores macroeconómicos, fundamentalmente en el exiguo crecimiento de la actividad, y por supuesto, en las previsiones sobre el comportamiento de esta variable en los próximos trimestres.
Ese ejercicio de alquimia econométrica es tan voluntarista en la Comisión Europea, que ayer revisó a la baja sus vaticinios para Europa y para España, como en el Fondo Monetario, la OCDE o el Gobierno. La Comisión y sus servicios de estudios recobrarían credibilidad si planteasen previsiones contabilizando todas las variables: las primeras fijadas para 2014 carecían de credibilidad por no considerar las medidas del Gobierno para cumplir el déficit que desde Bruselas exigían; y las de 2015, también, por no contabilizar los esfuerzos para lograr el objetivo fiscal exigido para entonces por la propia Comisión. Falta mucho por hacer para consolidar la reactivación y apreciarlo en la ocupación; pero las previsiones realistas y atinadas siempre ayudan.