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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La recuperación de la economía y la inversión

La Bolsa española acumula una sorprendente revalorización este año, tras haber visitado las simas de los mínimos cíclicos en el verano de 2012, y tal avance parece haberse consolidado tras varios intentos menores a lo largo de la primera mitad de este año. Aunque las causas de este avance, más consistente que los anteriores, son variadas, parece que los inversores olfatean la recuperación de la economía y con ella la de los beneficios de las empresas cotizadas. Mientras en años pasados el mercado español seguía atado a la pesada losa del riesgo soberano y a la espada de Damocles del impago o la quita, este se desenvuelve en paralelo al resto de los países europeos. De hecho, tras la aceleración de las últimas semanas, el Ibex 35 incluso encabeza el ranking de rentabilidad, por delante del índice alemán o el francés.

España parece haberse sacudido definitivamente la desconfianza a la que le sometía el dinero procedente de las manos fuertes que siempre han financiado a los Estados, con la inestimable ayuda de la política verbalmente activa del Banco Central Europeo. Pero evidentemente, las aguas no habrían vuelto a su cauce y los tipos de interés de la deuda a niveles financiables si no fuese por los esfuerzos o sacrificios internos, por esta especie de autorrescate al que el Gobierno de España ha sometido a la ciudadanía con tres Presupuestos consecutivos de severa austeridad y tres o cuatros reformas radicales en el funcionamiento de los mercados: la laboral, la financiera, la de la Administración pública, la de precios públicos o la eléctrica. Todas estas decisiones, junto con la consolidación fiscal encaminada, han cambiado las condiciones para desarrollar la actividad económica en España. No es casualidad alguna que en los últimos cuatro trimestres el comportamiento del producto interior bruto haya pasado de la más absoluta depresión a asomarse al crecimiento, y de haberlo hecho con un cambio de sesgo claro en sus consecuencias en el empleo. Pese a que las condiciones de financiación siguen en términos macroeconómicos alejadas del óptimo, con el bono a diez años aún por encima del 4%, y a que la banca, presionada por la demanda de solvencia estricta y por limitaciones al negocio del memorando de entendimiento firmado con la Unión Europea, no acaba de movilizar el crédito a pymes y a particulares, pese a ello, la economía ha dejado atrás de depresión y entra en las cifras positivas.

Aún no puede hablarse de un giro en las expectativas de los agentes económicos, atenazados por volúmenes de deuda disparatados pese al lento pero imparable desapalancamiento de los dos últimos años. Pero los inversores han empezado a atisbar que la luz al final del túnel está cada vez más cerca y que las empresas, las que operan solo en España, mejorarán ya este año notablemente sus resultados, tras haber hecho un esforzado ejercicio de reducción de costes, de contracción de sus balances y de acoplamiento de sus precios a un entorno nuevo. Aquellas que tienen la parte del león de su negocio fuera, tanto las ancladas en mercados maduros y sólidos como las que han arriesgado en los emergentes, despiertan menos preocupaciones y han sostenido sus niveles de cotización sin grandes esfuerzos, aunque todas hayan optado por el desapalancamiento.

El dinero de los fondos externos ha vuelto a apostar por España, tal como esa media docena de informes de banca de inversión invitaba desde el inicio de septiembre. Y seguramente será secundado por el ahorro interno acumulado durante la crisis por una franja importante de la población, que es el que tiene que impulsar la demanda de consumo e inversión para movilizar el empleo y comenzar a reducir la insoportable tasa del 26%.

Quedan muchos obstáculos para consolidar la tendencia alcista de las Bolsas. La economía, la financiera sobre todo, está globalizada, y lo que ocurra en las antípodas afecta tanto como lo que ocurra aquí. Los europeos parecen haber encontrado la fórmula de solución, aunque sea con la acostumbrada lentitud de siempre, y los norteamericanos esquivarán el impago del Tesoro porque no hacerlo genera unas consecuencias de tal descomunal dimensión que es imposible que ocurran. Pero el verdadero motor de las cotizaciones ha sido el crecimiento económico sólido; y para ello tiene que volver de forma sostenida el crédito bancario.

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