Dependientes de la recuperación
M ejores presupuestos que los de 2013….unos presupuestos predispuestos para la recuperación....siguen primando el ajuste de las cifras de déficit hacia el objetivo fijado….”. En los últimos días hemos escuchado todo esto desde el Gobierno sobre el proyecto de Presupuestos para 2014. Finalmente, en la presentación de los números, el Ministro de Hacienda los ha denominado como “unos presupuestos rigurosos, austeros y comprometidos con la reducción del déficit público”. El objetivo es reducir el déficit de la Administración Central en una décima hasta un 3,7 % del PIB (5.8% para el conjunto de las Administraciones Públicas desde el 6.5 % previsto para este año). El Ministro de finanzas también los ha calificado como “unos presupuestos para la recuperación”.
Realmente debo admitir que todo lo que subyace en estos presupuestos tiene que ver con la mejora en las previsiones: ingresos al alza sin retocar finalmente los impuestos (no suben más, pero se mantienen las subidas temporales anteriores en la imposición directa) gracias a la esperada mejora de la actividad que se traducirá también en menor gasto cíclico. Un aumento previsto de los ingresos no financieros del 0,9 % frente al presupuesto inicial de este año (más de 1,3 % de subida real si consideramos que los ingresos de este año serán menores a lo previsto). Pero se prevé un aumento de los gastos no financieros del 2,7 %. Con todo, hay que analizar las cifras con calma. Por un lado, el gasto en los ministerios caerá un 4,7 %; también un descenso previsto del 5,2% en el pago de los intereses de la deuda; un aumento del 1,3% en inversión y política social con subidas del 22% en becas y del 17% en el epígrafe de cultura. Pero también subidas del 19% en las transferencias a la Seguridad Social, prestaciones por desempleo y a la nueva Comisión Nacional del Mercado y de la Competencia. Este último grupo de gastos se come más del 20% del presupuesto. Pero, equivale a más del 50% si le sumamos la partida de intereses de la deuda. La inversión, becas, cultura y vivienda, apenas un 6 %.
Sin poder valorar aún en detalle las cifras de ingresos y gastos, sólo resta centrarse en el cuadro macroeconómico propuesto. El crecimiento previsto del 0,7 % para el próximo año es resultado de una fuerte caída en la aportación negativa de la demanda doméstica de casi dos puntos y una reducción en la aportación positiva del sector exterior en un punto. En definitiva, consumo privado e inversión con ligeras subidas cuando las importaciones repuntan con fuerza. Pero se espera que las exportaciones mantengan el mismo fuerte ritmo de crecimiento que observamos este año. ¿Tiene sentido? En mi opinión, sí en términos de comportamiento, pero podemos discutir (y mucho) sobre la magnitud de las variaciones. Los más optimistas consideran que las previsiones suelen infravalorar la recuperación al principio de un cambio de ciclo. Pero, ¿nos enfrentamos a un cambio de ciclo? Ya hemos visto en otros países europeos con problemas de deuda y elevada debilidad estructural cómo la recuperación inicial es titubeante bajo amenazas constantes. La cuestión aquí es si hay margen de ajuste si la coyuntura no acompaña. Aunque creo que nuestros socios serían más flexibles que en el pasado. Como lo han sido ya este año.
José Luis Martínez Campuzano es Estratega de Citi en España