¡¡Más madera!!
E l proyecto de presupuestos para 2014, como en la genial película de los hermanos Marx, sigue quemando la madera de los vagones para alimentar una locomotora que, habiendo renunciado a la búsqueda de la eficiencia, solo vive ya de la esperanza de que llegue una cuesta abajo que permita preservar lo que quede de los vagones, si queda algo.
La locomotora es un aparato público insaciable, que se resiste impasible a su reconversión, y los vagones que aportan la madera son los ciudadanos y el sistema productivo, cada vez más consumidos en la hoguera de una máquina que, para mantener su marcha (¿hacia dónde?) no duda en sacrificar a aquellos a cuyo servicio, teóricamente, está.
El aparato estatal, de cuya inviabilidad, en su configuración actual, quedan ya pocas dudas, ni se vuelve más eficiente, ni reduce su tamaño ni frena su voracidad. Sin pedir grandes alardes de imaginación, al menos podía esperarse algo más que el mero sacrificio salarial de los empleados públicos y las sucesivas vueltas de tuerca tributarias. Bien está el inicio del proceso de desidexación de la economía, bien el impulso a la racionalización del sistema de pensiones (¿en qué libro sagrado está escrito que las pensiones no pueden perder poder adquisitivo? ¿qué lumbreras son esas que sostienen que el sistema de pensiones no tiene problemas porque si las cotizaciones son insuficientes debe acudir en su auxilio la financiación estatal?), pero la falta de medidas de mayor calado en lo referente a la reforma del Estado es ya clamorosa. El expediente de anunciar cada cierto tiempo la supresión de centenares de organismos, que al cabo de los meses se comprueba que en realidad han sido, uno o ninguno, y con efectos irrelevantes en el gasto público, está demasiado gastado y empieza a perder crédito. Cualquier persona con un mínimo de sentido común podría depurar la tela de araña administrativa autonómica, sobre todo, y también estatal. Por cierto, que sería un ejercicio muy interesante comparar el grado de inutilidad de múltiples organismos y su relación (directamente proporcional) con la nomenklatura política correspondiente.
Si se confirma, además, que los presupuestos endurecerán las cotizaciones a la seguridad social de las rentas salariales más altas, las peores sospechas acerca del mantenimiento del atraco fiscal que actualmente sufre la ciudadanía serían difíciles de erradicar. Por más que se nos prometa que en 2015 se aliviará la carga y se nos dejará respirar un poco (para que podamos tomar aliento para votar).
Llama la atención la falta de medidas decididas de incentivo del empleo. Incentivos que han de venir tanto por la vía de los estímulos económicos (y el mejor estímulo es la reducción de las innumerables cargas que conlleva el trabajo asalariado) como por la de la corrección de los problemas aplicativos que en la práctica está encontrando la reforma laboral. Mientras sigamos con las actuales tasas de empleo y de desempleo no va a haber verdadera recuperación, por lo que el empleo debería ser el objetivo central de las políticas presupuestarias. Si el debate presupuestario no es capaz de dar una sacudida a estos presupuestos, me temo que vamos a termina instalados en la creencia de que los problemas o se solucionan solos o no tienen solución.
Federico Durán López es Catedrático de Derecho del Trabajo. Garrigues Abogados