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El Foco
Tribuna
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Queridos inversores

Una edición más, la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week (o pasarela Cibeles, a secas, para los nostálgicos) deja una serie de incógnitas en el aire sobre cómo discurre o debe discurrir el sistema de moda española. Como participante asiduo, tengo algunas reflexiones que hacer tras contemplar durante años cómo ese esfuerzo que realizamos los diseñadores con firma propia se traduce después en un escaso interés a nivel industrial e institucional y el desprecio sistemático de una parte de la prensa especializada. La pasarela es el motor para vender cualquier tipo de producto bajo tu marca, no solo una colección textil, y genera muchas otras sinergias (desde licencias hasta colaboraciones con otras empresas) que ayudan a desarrollar negocio. Es un escaparate donde se plasma un esfuerzo cada seis meses. Pero el trabajo que hay detrás no siempre se calibra con una perspectiva amplia más allá del impacto que tiene estar o no en la cita de Ifema. 

España es, y ha sido, una importante cantera de creación en moda desde que maestros como Cristóbal Balenciaga, Pedro Rodríguez o mi querido Elio Berhanyer definieran con su aguja una costura que poco tenía que envidiar a la de otros grandes internacionales. Sin embargo, en este país que aún evidencia las secuelas de haberse quedado atrás, culturalmente hablando, tras años de dictadura, arrastramos un complejo más grave: el rechazo a todo lo propio en favor de lo que nos viene de fuera. No hablo solo por la moda, echen un vistazo a otras ramas culturales. Esto ha provocado un desentendimiento, todavía reparable, entre quienes crean y quienes pueden financiar la creación y convertirla en algo rentable. Hacer de un intangible, el talento, una realidad que contribuya sustancialmente al Producto Interior Bruto.

Arrastramos un complejo más grave: el rechazo a todo lo propio en favor de lo que nos viene de fuera

Hablo por experiencia. Por muchas ganas que despleguemos, no podremos medirnos con otras capitales de la moda mientras no dejemos de ser creativos metidos a empresarios a la fuerza. Una combinación que suele salir mal. Solamente los industriales que han disfrazado su producto con nombre de diseñador han creado gran empresa en España. Aquí los fabricantes no entienden la firma como un valor añadido, solo la mercancía como un fin que despachar en las tiendas. No existen grandes conglomerados de moda que apuesten por caras con las que dar lustre a las firmas. Y la prensa, tan entusiasta ante la aparición de jóvenes valores, pierde el interés cuando comprende que difícilmente serás anunciante. Arrancar tu propia marca es fácil, lo duro es sostenerla en el tiempo.

Se da la paradoja de que hoy hay más gente que nunca interesada en estudiar (y consumir) moda en nuestro país. La mayoría de mis alumnos en la Escuela universitaria de diseño ESNE, la única hasta la fecha en otorgar ese grado en España, entran con estas incertidumbres. Por eso he querido hacer especial hincapié en la carrera de Moda que dirijo en desarrollar una perspectiva amplia de lo que significa dedicarse a esto hoy en día. Mi objetivo no es solo que aprendan con mayor o menor esmero a ejecutar una colección para un desfile de fin de curso, sino que desarrollen su olfato empresarial, busquen brechas de mercado y obtengan una perspectiva real de lo que van a encontrar ahí fuera. Y cada día me sorprendo con cómo sortean la hoja de ruta preestablecida, cómo afrontan con su ingenio el desafío de entrar en el mundo laboral. En ESNE les formamos para ser diseñadores completos y de su tiempo. Y muchos van más allá del sueño de tener una marca propia, aplicando esos conocimientos a otras salidas profesionales, como el vestuario escénico, las posibilidades del mundo del estilismo o trabajar en los laboratorios de ideas de las firmas masivas.

La marca España es ahora, más que nunca, la capacidad creativa y el talento, esos intangibles tan importantes

De igual manera que otros como yo hemos retomado la costura personalizada, ellos desarrollan sus múltiples facetas mezclando fórmulas tradicionales con nuevos modelos de negocio: realizan colecciones limitadas, colaboran sumando fuerzas en lugar de enfrentar egos, rescatan talleres de artesanos al borde del cierre otorgándoles nueva vida con sus encargos, venden por internet, se promocionan con acciones a cero coste en redes sociales. Si Francia inventó la elegancia, Italia la industria de moda y Estados Unidos el marketing, la gran aportación de la moda española al mundo ha sido la filosofía low cost. Y en eso, hay infinitas salidas, además de tratar de que te fiche Inditex. Existe un futuro mucho más diverso y abierto del que nos quieren hacer creer desde determinados sectores institucionales, industriales y mediáticos.

Hace ya muchos años que fuera de nuestras fronteras se aprendió a apreciar el valor de apostar por jóvenes que han probado su talento con pocas colecciones o buenas colaboraciones. No podemos seguir mirando con envidia ni complejos esos fichajes que los grandes grupos o marcas extranjeros realizan para alimentar titulares y rejuvenecer su target. El liderazgo solo se perpetúa con inversión y recambios. Por eso les digo, queridos inversores: apuesten por el diseño español. Y a los políticos inteligentes: potencien el creado en España, no solo el cada vez más difícil de encontrar made in Spain. Porque la marca España es ahora, más que nunca, la capacidad creativa y el talento, esos intangibles tan o más importantes que el talante alegre de los españoles que se esgrime para promocionarnos por ahí.

Juan Duyos es director del Grado en diseño de moda de ESNE

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