Postal desde un país dicharachero
El 90% de los lituanos hablan una lengua extranjera. Y el 50%, dos. La presencia de tanto políglota en un país de tres millones de habitantes se atribuye a la necesidad de comunicarse con el exterior y a la inevitable influencia del ruso hasta 1991. Pero un paseo por la capital, Vilna, permite descubrir un tercer factor, más afectivo que científico: la población de esta ciudad parece ávida de conversación y aprovecha cualquier oportunidad para cruzar unas palabras en alguna de las lenguas que dominan.
La compra de una pieza de ámbar (abundante y barato) o la consulta de un menú (poderoso y carnívoro) bastan para entablar conversación con una población predominantemente joven o de mediana edad (el alcalde de la capital tiene 45 años).
La afabilidad de los locales no es la única sorpresa de la capital lituana. Uno descubre también que, en contra de la apariencia cartográfica, Vilna se encuentra solo 25 kilómetros al sur del centro geográfico de Europa, un honor que Lituania reivindica frente a otros lugares de Europa del Este.
Por si tanta centralidad no convence del todo a los inversores, se añade una fiscalidad paradisíaca: 0% de retención a los dividendos de residentes extranjeros; 0% a los intereses pagados dentro de la UE; 15% de impuestos de sociedades y 0% en algunas zonas durante los primeros seis ejercicios de la empresa; y entre el 0,1% y el 4% en impuesto sobre suelo o propiedad inmobiliaria.
A ello se añade el elevado nivel de formación de una gran parte de la población, la tasa de empleo femenino más elevada del mundo y la excelencia de sus redes informáticas. Lituania presume de disponer del internet más rápido de toda la UE; de contar con la mayor densidad de puntos de acceso la red en todo el continente; y de desarrollar unas 300 aplicaciones al año para telefonía móvil.
La fórmula parece dar resultado y Vilna (Vilnius, en lituano) exuda confianza y creciente prosperidad, sobre todo, desde el ingreso del país en la UE (2004). Quienes repiten visita después de cinco o seis años sin pisar la ciudad aseguran que la mejoría es evidente. La última señal del creciente consumo llegaba con la apertura de Ikea, solo dos semanas antes de la reunión informal de ministros de Economía de la UE (Ecofin) celebrada en Vilna el 13 y 14 de septiembre bajo presidencia lituana.
Lituania es el primer país báltico que ejerce la presidencia semestral de la UE. Y aunque será el último en adoptar el euro (Estonia lo hizo en 2011 y Letonia, el próximo 1 de enero), la moneda única circula ya casi con total normalidad junto a la lita nacional (1 euro=3,45 litas). Hasta el punto de que los cajeros automáticos dispensan euros a más de un turista despistado que desee retirar moneda local.
El país que preside Dalia Gribauskaite parece decidido a renunciar de manera definitiva a la lita en 2015, si el año que viene logra superar el examen de convergencia. Ya lo intentó en 2005. Pero el entonces comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, les dejó fuera por no cumplir el criterio de inflación. Un suspenso que, visto lo ocurrido después en la zona euro, ha librado a Lituania de sufragar varios rescates y de la terrible sacudida sufrida por otros socios de la Unión Monetaria.
Foto: Maratón en Vilna (B. dM. 15-septiembre-2013).
Postales anteriores: Irlanda, Hamburgo, Saariselka (Finlandia), Luxemburgo, Madrid; Atenas; La Restinga (El Hierro); Wroclaw (Polonia); Vila Nova de Cerveira (Portugal).