Tesis sobre los pactos que España necesita
Pactos no, pactos sí. Más allá de la vocación, acabarán imponiéndose unos pactos de Estado, del mismo calado que los retos sistémicos que afronta España, enormes. Por tanto, cuanto antes sean, mejor. A modo de tesis consideremos algunos aspectos de estos pactos:
-El Gobierno tiene legitimidad y está facultado para gobernar. Incluso está obligado a gobernar, siempre sometido a la ley. Precisamente, unos pactos político-económicos entre partidos, y si cabe con el soporte de agentes sociales, reforzarán la legitimidad, credibilidad y gobernabilidad del país.
-La situación de España es excepcional. Hay un doble colapso: a) económico-social, en forma de crisis económica muy severa y de desempleo masivo, y b) político-institucional, en forma de escasa calidad de la regulación, con creciente inseguridad jurídica, e incluso con amplio incumplimiento de la legalidad, y con proliferación de Administraciones.
-Hay claridad en los problemas y en las soluciones. Excelentes análisis hay, y básicamente hay unanimidad en el diagnóstico. España padece un déficit de competitividad y un exceso de déficit público. Los objetivos instrumentales son claros: en lo económico, estabilización y reformas liberalizadoras; en lo político, la puesta en marcha de la reforma de la Administración territorial y algún ajuste constitucional. Los pactos acordarán sobre los instrumentos a utilizar. Siendo el euro una zona monetaria no óptima, donde los mercados de trabajo están compartimentados por lenguas y protecciones diversas, solo cabe una devaluación interior con reducción de los costes inflados durante la burbuja, con reducción de salarios y de gasto público. La austeridad facilita las reformas estructurales, y viceversa.
-Reformar conlleva muchos beneficios y algún coste político. De ahí que el Gobierno esté acusando cierto cansancio reformista. Diagnóstico y objetivos están claros, pero se flaquea en la decisión, capacidad o habilidad para reformar, para gobernar. Mejor, pues, ayudarse con un gran acuerdo.
-La crisis española no es solo económica. Es además, y principalmente, política, institucional. Por eso se necesita el pacto, no un trágala ni un cambiar de objetivos. El pacto favorece al Gobierno, y el buen gobierno. Favorece el Estado de Derecho y la calidad de la regulación, y por ende la confianza y los mejores resultados. Los pactos favorecen a la sociedad –que encuentra soluciones y abrevia su coste–, al Gobierno –refuerza la legitimidad de su mayoría absoluta– y al partido de la oposición –le ancla en la legalidad y la gobernabilidad–. Los pactos aseguran fuerza al Gobierno de ahora y continuidad en el Gobierno futuro.
-No todos los grupos pueden/deben/quieren pactar. Debe ser entre los dos partidos, que pueden turnarse en el Gobierno de España. Los pactos no han de tomarse como motivo de confrontación, sino como modo de atajar la caída de España. Vale decir que la clase política española, más aún, la clase dirigente en su totalidad y el país se la juegan hoy a la ruleta rusa. En cambio, los pactos refuerzan las estrategias ganador-ganador. Los políticos y la élite española heredarán el país que sean capaces de mantener. De momento, pintan bastos. ¿Estarán a la altura de su responsabilidad?
-España mostró capacidad, acaso aún la tenga. En su pasado próximo, España, con los Pactos de la Moncloa, mostró gran habilidad para institucionalizar y darse una democracia sólida. Con la adhesión a la Comunidad Europea, mostró gran capacidad para competir y crecer. Estos antecedentes son excelentes e indican el camino a seguir en la encrucijada actual.
-La posición española en Europa y en el mundo mejorará sensiblemente con pactos. Probablemente, la capacidad de entenderse y de ayudarse a sí mismo que se concreta en acuerdos llevará a la Unión Europea y a la comunidad internacional a confiar más aún en España. Esto supondrá un beneficio grande, del tipo que necesitamos para crecer y crear empleo: inversión.
-Ante los complejos retos económicos y los temerarios retos políticos españoles, unos pactos muy sustanciales serán imprescindibles: cuanto antes, mejor para todos, mejor para España.
-Puede que el país aún tenga capacidad para recuperarse. España está sujeta a un doble riesgo sistémico: económico-financiero, debido al déficit de competitividad y al exceso de deuda; y político-institucional, debido a la menguada calidad del Estado de Derecho. Como en una tormenta perfecta, ambos riesgos nos abocan al colapso.
En fin, pactos habrá. ¿Cuándo? ¿Con quién? ¿Para qué? Ojalá sea ya, ojalá sea con las personas adecuadas y ojalá lleguen a tiempo de salvar a España de la desintegración.
Ferran Brunet es profesor de Economía europea de la Universidad Autónoma de Barcelona