Venas por las que fluye el espíritu emprendedor
Empezó en los cuarenta fabricando motobombas para riego. Hoy, Piva-Iova forma parte de un grupo empresarial que apuesta por reinventar la hostelería
En plena época de cartilla de razonamiento y con el hambre haciendo mella en una sociedad deprimida y devastada por la confrontación, un hombre logró alimentar su ingenio para poder dar de comer a los demás.
La escasez generalizada que sufrió España tras la Guerra Civil fue el leitmotiv que impulsó a Antonio Vázquez Fernández, trabajador de Aguas de León, a ponerse manos a la obra en la búsqueda de una solución a las penurias de sus compatriotas.
A mediados de los cincuenta, Antonio Vázquez comenzó a elaborar de manera prácticamente artesanal pequeñas motobombas para el riego de los terrenos de cultivo. Estaban pensadas para el autoabastecimiento y para su comercialización fundó junto con su cuñado, el alemán jefe de mecánicos de la legión Cóndor Heinz Pitschel, la empresa Piva.
La idea había germinado y era necesario darla a conocer: nada de agresivas campañas publicitarias propias de multinacionales o grandes inversiones en imagen, fue la simbiosis entre el boca a boca de los campesinos y un ávido espíritu aventurero la encargada de que su invento pronto encontrara compradores en los alrededores de León y traspasara fronteras provinciales.
Él mismo se encargó de recorrer con su carromato las plazas de las principales ciudades y pueblos ofertando un producto por el que las multitudes hacían largas colas, la gran mayoría agricultores de pocos recursos que vieron en sus pequeños sistemas de riego una vía de escape a la pobreza y a la hambruna de aquellos tiempos.
Reinventar la hostelería es su próximo reto
El impacto de sus productos tuvo tal éxito que diez años después comenzó a desarrollar nueva maquinaria para el campo. Amplió la gama de la empresa a motoazadas y motocultores y, aprovechando los primeros signos de apertura exterior del régimen franquista, inició su andadura internacional con exportaciones a países como Cuba, Angola, Portugal, Marruecos y parte de Suramérica.
Fruto de un paulatino pero constante crecimiento, logró distribuir sus inventos por toda España. Fue entonces cuando se asentaron las bases del grupo empresarial familiar que actualmente conforman varias sociedades.
La firma, que inicialmente se dedicaba en su totalidad al ámbito industrial, empezó su amplio proceso de diversificación con la entrada en Piva a finales de los setenta de Antonio Vázquez, hijo, que pronto ramificó la firma en diferentes negocios.
Una familia referente a nivel nacional
Dentro de la historia familiar podemos encontrar dos grandes hitos.
Cuando preguntamos a Antonio Vázquez, nieto, se cura en humildad con un “queda feo que yo lo diga”, pero lo tiene muy claro. “Mi abuelo revolucionó el campo en España, en muchas zonas la gente pudo comer por sus propios medios gracias a las motobombas de riego”, pues Piva sirvió de referente para otras empresas.
El otro hito se remonta a la faceta periodística de Antonio, hijo, cuando compra el Diario de León. Se creó “un modelo de prensa que no existía aquí”, alejado de las influencias políticas y con información contrastada.
Además, añadió promociones por las que se podían conseguir vajillas y utensilios, recurso innovador en aquella época.
El primero comienza con la entrada en el sector de la automoción a finales de los ochenta, mediante la adquisición de tres concesionarios de Madrid, en las zonas de Vallecas, Ventas y Alcalá. Previamente a ello conformó el grupo Iova, con el propósito de gestionar los asuntos de promoción inmobiliaria, en el que posteriormente incluiría el resto de las sociedades.
En los noventa decidió apostar por los medios de comunicación con la compra del Diario de León, del que fuera consejero delegado desde 1997 hasta 2003, y donde le recuerdan como un “emprendedor y visionario que heredó de su padre un factor clave en el progreso de las empresas: la anticipación”.
Más tarde entraría en el sector de la hotelería y restauración con la compra sucesiva de tres hoteles: primero el Conde Luna y el Alfonso V, en León, y posteriormente el Adler, situado en el cruce de las calles de Goya y Velázquez, en Madrid.
Su dinamismo no le permitió estancarse ahí. La diversificación de Antonio, hijo, culminó con la participación en la viticultura, al convertirse en accionista mayoritario de una bodega que trabaja en las regiones de Ribera de Duero y Rueda.
Actualmente, al frente de la empresa familiar se encuentra Antonio Vázquez Muñoz-Calero, nieto del fundador. La temprana muerte de su padre hace dos años aceleró un proceso con el que tarde o temprano tendría que lidiar. Entró a formar parte de la empresa en 2007 y con él se inició un nuevo proceso de reestructuración.
Antes de asumir el cargo, decidieron vender el Diario de León a La Voz de Galicia, y al año de comenzar, concluyó el traspaso del negocio de la automoción, tras considerar que no se trataba de un sector estratégico para la firma.
“Nunca se ha tenido miedo a diversificar, siempre hemos buscado dónde puede estar la posible creación de valor”, afirma Antonio, nieto, cuando le preguntamos acerca del futuro de Piva.
Por lo que ha podido avanzar a CincoDías, los planes van encaminados a reinventar la hostelería en los inmuebles de los que disponen. “Queremos crear espacios de modos y no de modas”.
Para Vázquez Muñoz-Calero, se trata de ir más allá y no crear un espacio que tenga fama solo un año. Por ello, el proyecto se cocinará a fuego lento con previsiones a medio y largo plazo, en el que intentarán aprovechar las sinergias entre el mundo vitícola y los hoteles.
La mítica Piva continúa de este modo con la cualidad que la ha caracterizado durante sus más de 60 años: el espíritu inquieto y emprendedor, distintivo y propio de la familia.
Datos básicos
NOTA: Todos los datos para la elaboración del reportaje han sido proporcionados por Antonio Vázquez Muñoz-Calero. En vista a mejorar la calidad informativa del mismo el redactor se compromete a eliminar aquellas informaciones que no correspondan a la realidad tan pronto como le sea posible contrastarlas.
Facturación El grupo ronda actualmente los 20 millones de euros de facturación. Antes de 2007, cuando aún conservaban el negocio de los concesionarios, el grupo llegó a alcanzar la cifra récord de 70 millones, de los que aproximadamente unos 40 millones correspondían al negocio del automóvil.
EmpleadosLa plantilla llegó a alcanzar los 400 empleados cuando los talleres funcionaban a pleno rendimiento. Hoy en día el grupo se mueve en un rango que va desde los 180 hasta los 200 empleados, pues al abarcar sectores como el de la restauración y la explotación agrícola manejan cifras variables. La crisis ha recortado un 5% la plantilla fija, cuantificada en 10 trabajadores.
FortalezasComo toda empresa pequeña, Piva trata de potenciar al máximo la rapidez en la toma de decisiones. Antonio Vázquez, nieto, es “partidario de tomar una decisión mala antes de no tomarla”. El arriesgarse de forma responsable es una de las cualidades que ha venido caracterizando desde hace más de medio siglo a la firma. “A veces puede salir mejor o peor, pero desde luego soy partidario de moverse, no de quedarse parado”, arguye.
DebilidadesLa financiación y la imagen de España en el exterior sigue siendo complicada, aunque está mejorando. En Piva confían en contribuir a dar una visión positiva a estos dos puntos flacos. Pensar que no es el fin del mundo y tratar de buscar otras salidas. “Hace 60 años, cuando mi abuelo comenzó, la imagen que teníamos en el exterior era prácticamente inexistente, y la financiación también bastante difícil”, afirma Vázquez.