El riesgo comercial de una abdicación
Algunas empresas pueden presumir del título de proveedor cualificado de la casa real de Bélgica. Pero esa valiosa etiqueta, que disfrutan los automóviles BMW, el chocolate Godiva o los productos de Armani, corren peligro a partir de mañana, 21 de julio, cuando el rey Alberto II traspase la corona a su hijo Felipe.
El título, concedido por la casa real, tiene una validez de cinco años, renovable mientras se mantenga la confianza de palacio. Pero la norma prevé su expiración inmediata en caso de relevo en el trono, bien por defunción del monarca o por abdicación.
El rey saliente tiene reconocidos a poco más de un centenar de empresas, que no dudan en utilizar ese credencial para aumentar su caché comercial, tanto entre los belgas como entre los turistas e, incluso, en la exportación hacia otros mercados.
La etiqueta es tan preciada que hasta hace unos años algunas compañías seguían utilizándola aunque ya hubieran dejado de ser suministradores del palacio de Laeken, residencia de la familia real belga.
Desde la muerte de Balduino, en 1993, una asociación sin ánimo de lucro vela para que solo los proveedores cualificados hagan uso de su prestigioso linaje "nobiliario-comercial". Y aunque parezca contradictorio, el título no es hereditario: la empresa lo pierde si cambia de titular, propietarios o accionistas.
Ahora, 20 años después, todos los "elegidos" van a perder su reconocimiento y deberán ganárselo de nuevo ante el nuevo rey, Felipe. Una guilltina legal que hace temblar a más de un proveedor.
El apego a la tradición es una de las señas de identidad de las monarquías europeas y eso puede jugar a favor de los actuales favoritos de la corte. Pero parece inevitable que algunos usos y costumbres cambien en palacio con unos reyes, Felipe y Matilde, nacidos en 1960 y 1973, respectivamente, y que llegan acompañados por cuatro vástagos nacidos en este siglo.
Por muy conservatas que sean, es probable que desde la cocina al dormitorio y del salón al cuarto de baño, la nueva pareja tenga gustos, paladares y aficiones algo distintos de los de Alberto y Paola, nacidos antes de la II Guerra Mundial.
A la inminente reina, por ejemplo, "le gusta tanto la música clásica como la moderna", según su perfil oficial. La frase, probablemente, sea puro marketing del servicio de prensa. Pero seguro que ha llamado la atención de la única tienda de discos que ostenta el título de proveedor real en ese gremio, y en cuyas estanterías parece improbable que Matilde pueda encontrar algo de rock.
La misma desazón se habrá apoderado del resto de proveedores, desde el importador de prosecco (la reina Paola es italiana) al armero-modista del rey saliente.
Así que es probable que el juramento de Felipe como nuevo rey de los belgas, mañana a las 12 del mediodía, desate una pequeña guerra comercial. Y los codazos parecen haber comenzado. "Mi teléfono echa humo", reconocía ayer Jean-Jacques Strijp, secretario general de la Asociación de proveedores, en declaraciones al diario La Libre Belgique.
Foto: Botella de champán a las puertas del palacio real de Bruselas. Un regalo que, según la firma, dejaron las juventudes del Partido Humanista (CdH) al rey Alberto II, el día que anunció su abdicación (B. dM., 3 de julio de 2013).