Los retos del sistema universitario
La universidad pública española tiene motivos para sentirse orgullosa, pero también para sentir la necesidad de mejorar. El estudio U-ranking, presentado ayer por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA, concluye que el sistema universitario público español cuenta con ocho centros que destacan tanto por volumen de resultados como en términos de productividad: la Universidad Complutense, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Valencia, la Politécnica de Valencia, la Politécnica de Cataluña, la Autónoma de Barcelona, la Autónoma de Madrid y la Pompeu Fabra de Barcelona. Según el informe, que clasifica las universidades por resultados, producción e innovación, la Pompeu Fabra de Barcelona es la más productiva; la Politécnica de Madrid, la más innovadora y la Universidad Complutense es la que mayor volumen de resultados académicos genera. Como resumía tras la presentación el autor de la investigación, el catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia, Francisco Pérez, nuestro sistema universitario público tiene motivos para sentir satisfacción, “pero hay espacio de mejora”. Una mejora que, en líneas generales, puede plasmarse en dos grandes objetivos. El primero, lograr situar uno o varios centros españoles entre las 100 o las 200 primeras universidades del ranking de Shangai, la clasificación mundial más reconocida en este ámbito, tal y como han logrado hacer Alemania o Francia. La flagrante ausencia universitaria española en las clasificaciones internacionales, más aún en un mundo interconectado y globalizado, que comparte métodos y conocimientos, pone en cuestión el modelo público de enseñanza superior. España cuenta únicamente con once universidades entre las 500 primeras del ránking de Shangai, una pobre presencia que hace necesario que comencemos a plantearnos qué es lo que falla en nuestro modelo de enseñanza superior y por qué no resulta atractivo para el talento y los recursos foráneos.
El segundo gran objetivo es un viejo conocido: la necesidad de lograr una conexión real entre la universidad y el mercado de trabajo para dar respuesta a los perfiles que demandan las empresas y a la necesidad incesante de innovación que el mercado requiere. El hiperdesarrollo experimentado en los últimos años en materia de titulaciones en el ámbito universitario no ha logrado ese objetivo, que sigue siendo la prueba evidente de que la universidad no termina de superar los muros institucionales y conectarse de un modo más efectivo con el mundo laboral. Es cierto que existen modelos de éxito en materia de colaboración entre ambos ámbitos, pero constituyen la excepción más que la norma. Y lo que España necesita, con una economía en horas bajas, es una universidad que forme a los alumnos para competir en el mercado laboral.